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Durante muchos años, los asesores financieros componían las carteras de sus clientes a través de una ratio 60/40 que suponía que se invirtiera el 60% del total de la cartera en bolsa y el 40% en deuda.
Sin embargo, esta estrategia de inversión a medio y largo plazo, que no de trading, se ha ido quedando un poco desfasada. Eso no significa que ya no sea útil para construirse una cartera, sólo que deja fuera de la misma otro tipo de inversiones que ni son de renta variable ni son de renta fija.
Podemos decir que las carteras 60/40 funcionaron muy bien como referencia durante los años 80 y 90, pero empezaron a quedarse desenfocadas tras la crisis generada por el estallido de la burbuja de las empresas puntocom allá por los años 2000. Por aquel entonces, hubo una serie de mercados bajistas, junto con unos tipos de interés históricamente bajos que erosionaron la popularidad de este enfoque básico de la inversión.
Algunos expertos afirman ahora que una cartera bien diversificada debe incluir más clases de activos que las acciones y los bonos. En realidad, si haces trading ya lo sabes, porque tus inversiones no se limitan a renta fija y renta variable. Los expertos consideran que ahora debe adoptarse un enfoque mucho más amplio para lograr un crecimiento sostenible a largo plazo.
En particular, las inversiones alternativas como los hedge funds, las materias primas y el capital riesgo, así como los activos protegidos contra la inflación, son algunas de las nuevas incorporaciones a la cartera equilibrada sobre la que se puede hacer trading, pero también sobre la que se puede dedicar una parte de una cartera.
Una proporción desajustada
La ratio 60/40 empezó a ofrecer rentabilidades más bajas a partir de los años 2000. La clave de su éxito había sido la diversificación que ofrecía y que permitía ganar en todas las situaciones del mercado. Sin embargo, con el paso del tiempo la combinación de renta fija y renta variable se había quedado corta.
A partir de ese momento, por culpa de las altas valoraciones de la renta variable; unas políticas monetarias que nunca antes se habían utilizado; mayores riesgos en los fondos de renta fija; y los bajos precios en los mercados de materias primas, la combinación no era capaz de repetir los éxitos del pasado.
También habría otro factor en la ecuación como era la explosión de la tecnología digital, que ha repercutido sustancialmente en el crecimiento y el funcionamiento de las industrias y las economías.
Así, los expertos en inversión consideran ahora que para diversificar bien una cartera hay que explorar otras alternativas como el capital riesgo, el capital privado (private equity), los fondos de cobertura (hedge funds), la madera, los objetos de colección y los metales preciosos.
Entonces ¿la composición 60/40 ya no es adecuada?
La combinación 60/40 de acciones y bonos ha dado rendimientos superiores en algunos mercados, pero también tiene algunas limitaciones. Las turbulencias de los mercados en las últimas décadas han llevado a un número creciente de investigadores y gestores monetarios a recomendar una asignación de activos más amplia para lograr un crecimiento a largo plazo con un nivel de riesgo razonable.
En realidad, lo que dicen los expertos es que lo que ha funcionado durante tantos años se ha llegado a convertir en un mantra que se repite, no sólo entre los inversores, sino también entre muchos productos financieros. Y que, como todo en esta vida, llega un momento que necesita reinventarse.
De igual modo que los inversores ya no sólo hacen trading en deuda y bolsa, las carteras diversificadas que tienen como objetivo maximizar el retorno con el menor riesgo posible ya no pueden limitarse a esa fórmula del 60/40.
Pero no es sólo una cuestión de que ahora ya no vale, sino de que nunca ha sido la solución para todo y para todos. Aun cuando no había más inversiones que la bolsa y la deuda, no a todos los inversores les quedaba bien ese traje del 60/40. Siempre se podía encontrar inversores con un perfil de riesgo mayor o un plazo más largo que se podían permitir combinaciones con un mayor peso de la renta variable, llegando incluso a una ponderación 90/10.
Digamos que el 60/40 es un buen punto de partida, pero no una regla fija para todos los inversores. Partiendo de ese punto, es más fácil entender que esa cartera de distribución modelo no sólo no se ajusta para todos los inversores, es que ya no se ajusta a casi ninguno.
¿Qué se puede hacer ahora?
Partiendo de esa base anticuada del 60/40 podemos seguir utilizando estos porcentajes para construir una cartera equilibrada en función de nuestros plazos de inversión y objetivos. Ya no se trata de crear una ratio que funcione bien para todos, pues resulta imposible, sino de incluir en la parte del riesgo de la cartera nuevas inversiones o activos que permitan volver al objetivo de tener el máximo retorno con el mínimo riesgo o con el riesgo ajustado a nuestras necesidades.
Sin entrar en porcentajes que cada inversor debe estimar por su cuenta, tal y como se hace con las decisiones que implica el trading, hay que valorar la posibilidad de dar entrada a activos alternativos. Algunos son más sencillos de incorporar que otros. No es lo mismo incorporar riesgo divisa o riesgo materias primas en la parte de deuda o bolsa que incorporar cripto activos o inversiones alternativas del tipo inmobiliario, hedge funds o private equity.
En realidad, el precio de entrada a muchos de estos activos es simplemente inasumible para muchos inversores. Además, es complicado también valorar los beneficios potenciales, los costes y el riesgo de iliquidez de muchos de ellos.
Digamos que, dependiendo del nivel de conocimientos financieros del inversor, igual que no debe hacer trading con cualquier activo, no debe invertir en cualquier activo. Las nuevas estrategias de inversión hacen muy complicado el poder gestionar correctamente las carteras y se hace muy recomendable ponerse en manos de gestores profesionales o en instrumentos financieros del tipo fondos de inversión que agrupen a bajo coste las diversificaciones que resultan interesantes para cada perfil.
En cualquier caso, lo que sí es imprescindible en las nuevas composiciones de las carteras de inversión es hacer un seguimiento más exhaustivo por parte del inversor. La 60/40 era una composición que se podía dejar en el mercado a largo plazo sin modificaciones. Ahora, las nuevas composiciones obligan a realizar un seguimiento mucho más cercano y a tomar muchas decisiones para reequilibrar y reajustar las posiciones abiertas.
Eso sí, hay que reajustar las carteras para que se mantengan fieles al objetivo de inversión, porque como la vida cambia, las cosas también han de hacerlo. Y los objetivos financieros también lo hacen y obligan a revaluar las estrategias. Pero cuidado, no por el ruido del mercado, sino porque pueda haber cambios en los objetivos o en los instrumentos con los que decidimos abordarlos.
La última cuestión es cada cuánto tiempo hay que revisar la cartera y su composición para ajustarla a los objetivos. No hay un tiempo determinado, pero si nos ajustamos a lo que hacen los profesionales no deberíamos realizar cambios en las carteras si no se producen situaciones extraordinarias en periodos inferiores a los tres meses.