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Nuevamente llegamos a 8 de marzo y hoy quiero compartirles una brevísima reflexión sobre el lenguaje incluyente y no sexista.
El lenguaje incluyente y no sexista surgió como una exigencia del movimiento feminista para visibilizar a las mujeres dado que el masculino genérico de nuestra lengua abona a la subrepresentación social de este grupo, cosa que diversos estudios han demostrado.
Pese a que la conciencia sobre un lenguaje inclusivo inició en la década de los setenta, la realidad es que aún hay quienes se resisten.
Y se resisten porque les parece tedioso tener que escribir, leer o escuchar: hombres y mujeres, niños y niñas, alumnos y alumnas, por citar ejemplos del recurso más usado (desdoblamiento sustantivo) y que es el que solemos escuchar en los discursos políticos.
Sin embargo, es importante entender cómo usarlo para hacerlo bien, pero lo es más comprender el trasfondo de su relevancia: lo que no se nombra, no existe.
Lo anterior no solo por un asunto de cambio de paradigmas en lo personal, sino en la colectividad, porque es un hecho que el lenguaje influye en la manera en que percibimos la realidad.
Sumar el estilo binario
Pero a todo lo dicho, tenemos que agregarle un nuevo grado de complejidad: el género neutro, impulsado por las personas que se identifican como no binarias.
Para el movimiento feminista radical, esto representa un retroceso ya que, en favor de la inclusión de identidades no normativas, nuevamente se está invisibilizado a la mujer como sucede por ejemplo con el genérico “persona menstruante”.
En lo personal entiendo y apoyo su uso, pero éste no debe reemplazar el concepto “mujeres”. Ambos pueden convivir sin contraponerse.
Bajo este contexto, las empresas y organizaciones tienen el desafío de integrar en su comunicación el género neutro y ser muy cuidadosas de no invisibilizar en este proceso principalmente a las mujeres.
El reto ya no solo se trata de saber redactar bajo las normas lingüísticas, ahora se trata de empatizar y respetar cómo quiere ser nombrado el otre.
Las empresas ahora tienen que capacitar a los equipos; cerciorarse que sus proveedores, principalmente los relacionados con ámbitos de la comunicación tengan conocimientos sobre el leguaje incluyente y no sexista.
Hoy quienes que nos dedicamos a la comunicación, tenemos la responsabilidad de entenderlo e impulsar su adopción en las empresas y organizaciones donde colaboramos.
No olvidemos que el lenguaje cambia, evoluciona y en él cabemos todas, todos, todes.
Una última reflexión para todas las lectoras (del curso sobre lenguaje incluyente y no sexista que tomé hace un par de años): si eres mujer, nómbrate.
*Rebeca es consultora en comunicación de Torres y Carrera México, agencia de comunicación estratégica, relaciones públicas y marketing digital.
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