Entre la genialidad y la estupidez: Elon Musk y Twitter

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Es la plataforma que usan periodistas, políticos y empresarios, por lo que su influencia es hoy de gran peso. El botín es ideológico, no económico. Genialidad o estupidez, Elon cambiará nuestra relación con las redes para siempre.

*Por Jorge Llaguno Sañudo

“Estupidez” describe un nivel de inteligencia inferior. El estúpido realiza actos que causan estupor a los demás, por irracionales: nos dejan “sin palabras”. Adler y Jung postularon su colindancia con la genialidad: los genios también pueden dejarnos sin palabras. Son los resultados los que distinguen a unos de los otros…

Elon comienza a adquirir acciones de Twitter en enero de 2022, y para abril de ese año tiene el 9% de la empresa. Se le invita al Consejo, y acepta. Tras un ataque a la plataforma, el CEO le recrimina y Musk decide declinar pues “es una pérdida de tiempo”. 

Días después ofrece 44 mil millones de dólares por Twitter. Un mes después suspende todo, alegando información inconsistente sobre cuentas falsas y spam. En julio retira la oferta. Twitter demanda. Musk contrademanda. La batalla legal sigue. 

Recién en octubre de 2022 se cierra el trato y, finalmente, Elon entra a Twitter con un lavabo: “Let it sink” lo cual puede interpretarse como “asimílenlo” o “deja que se hunda”.

Elon afirma que compró para asegurar su permanencia y el libre intercambio de ideas. Critica la polarización de la sociedad, debido al rol de las redes sociales, no sin cierta ironía dado su propio historial. Se especula que en realidad busca incidir en la narrativa, e inicia su incursión como jefe de la red social con el despido del 50% de los 7,500 empleados. 

Días después plantea al resto jornadas presenciales intensas o renunciar. 75% opta por esto. Permanecen menos de 900. Se teme la caída inminente del servicio… pero todo sigue funcionando. 

¿Transformación?

Elon anuncia el cambio en la verificación de cuentas, de ser por invitación, a convertirse en una suscripción por 8 dólares al mes. “Para pagar las cuentas”, dice. 

Aparecen cuentas verificadas apócrifas a nombre de empresas y personajes públicos, las cuales publican obscenidades, controversia, etc. 

Uno de estos posts le cuesta a Eli Lilly miles de millones en cotización de mercado. Grandes anunciantes optan por retirarse. Elon suspende y propone modelos alternativos. Crece la incertidumbre por el futuro de Twitter, pero también el número de usuarios y la actividad.

La crítica hacia Elon es feroz en voz de personas y de medios. Se denuncian sus “berrinches” y destrucción de la plataforma. Se le acusa de atacar a los movimientos de igualdad e inclusión al dar voz a personalidades como Trump. 

Otros sospechan que su intención es proteger a las élites, acabando con la red que da voz a los marginados. En suma, se le diagnostica visceral, retrógrado y maquiavélico, o sencillamente estúpido. 

Pero también hay fuerte apoyo. Algunos aprueban sus resultados: comprobó que la nómina de Twitter estaba sobrecargada; la polémica por sus actos y respuestas contribuyó a incrementar el tráfico; validó su intención de proteger la libertad de expresión al regresar a personalidades polémicas como Trump; y sus cambios abruptos de estrategia se perciben como experimentos rápidos en tiempo real sobre el futuro de las redes sociales. Se le ve como empresario, estratega, defensor de la libertad, o quizá un genio.

Ahora Elon comparte su visión de convertir a Twitter en WeChat, la plataforma China usada para todo: pedir productos y servicios, enviar y recibir dinero, etc. Muy útil, pero también vehículo para el espionaje del gobierno a su población… El riesgo de fracaso es alto. 

Las ganancias, si hay éxito, inconmensurables. 

Twitter ocupa el lugar 15, con apenas 436 millones de usuarios. Minúscula contra Facebook y YouTube, que sí son rentables. En cambio, Twitter pierde dinero. 

Su importancia no está en sus números sino en su capacidad de influencia. Es el lugar en donde aparecen las noticias primero. A través de Twitter seguimos acontecimientos históricos, como la “Primavera Árabe”, las protestas en Hong Kong, en Chile y ahora en Irán. 

Es la plataforma que usan periodistas, políticos y empresarios que influyen en las sociedades. El botín es ideológico, no económico. Genialidad o estupidez, Elon cambiará nuestra relación con las redes para siempre.

*Jorge es profesor del área de Factor Humano de IPADE Business School, además de consultor de empresas en temas de liderazgo, trabajo en equipo y negociación.

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