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Por: Mercedes Baltazar Lobato -Socia de Meraki México.-
Uno de los dichos populares más conocidos es que “la historia la escribe el ganador”, estas victorias se vuelven la base de creencias maniqueas, de ideología e incluso acciones futuras, dejando poco espacio para los matices. Sin embargo para que una narrativa permee y termine siendo una verdad histórica, en tiempos de la sobre exposición a la información en tiempo real, cada vez se necesitan más hechos concretos que construyan percepciones sólidas.
Como amante de la historia, me resulta inevitable sentir un Deja Vu con las imágenes de la salida de diplomáticos y efectivos militares norteamericanos de Afganistán. Además de la comparación evidente con la guerra de Vietnam, me recuerda todos los conflictos de Guerra Fría, donde al no conseguir una victoria, las potencias en disputa se retiraban de un país que se quedaba con un conflicto empantanado y el costo de años de batalla para volver al punto de partida.
Dado que Estados Unidos se consolidó como el ganador de la Guerra Fría, nos quedamos con la percepción de batallas exitosas, robustos aparatos de inteligencia y películas con héroes de acción.
Hoy la narrativa que la administración Biden quiere posicionar, tiene como mensaje central que era tiempo de salir de aquella invasión, polémica desde hace 20 años y que implicó costos económicos, políticos y humanos para todos los miembros de la OTAN. Del mensaje del presidente norteamericano me llama la atención el énfasis puesto en que “la misión no era construir una nación en Afganistán” sino evitar que el país fuera una base terrorista”, pues no estoy cierta que sea suficiente para neutralizar la serie de percepciones negativas que se han generado.
Estamos ante un asunto donde los grises importan y la discusión no se puede centrar únicamente en si era el momento de retirar tropas, pese a los intentos narrativos. Hay varias señales sobre el impacto futuro del regreso Talibán a la región; por un lado está el cómo se ha percibido esta retirada. Las imágenes nos reflejan que no hubo tiempo de planear, los testimonios de locales -que a diferencia de la Guerra Fría podemos seguir en tiempo real- muestran a miles de afganos, que trabajaron de la mano con ejército y diplomáticos, abandonados a su suerte en la total incertidumbre.
También hay señales de una comunicación poco clara con los aliados de la OTAN: Boris Johnson y Emmanuel Macron estaban de vacaciones de verano y han tenido que regresar a coordinar el rescate de sus cuerpos diplomáticos; Pedro Sánchez, con plena crisis migratoria en Ceuta, ahora tiene otro frente para la crisis política que lleva meses cocinándose.
Las declaraciones norteamericanas de los últimos días permiten coquetear con la idea de que falló la inteligencia, que con el paso de los años se ha gastado la reputación ganada en la postguerra. Mientras tanto veteranos comparten en redes sociales su desencanto ante lo que califican de un desperdicio de vidas humanas y recursos. Más que una narrativa victoriosa esto parece el escenario de una crisis de política internacional, que opaca el intento de retomar el liderazgo perdido con el periodo Trump.
Del otro lado del tablero China, Rusia y Paquistán aprovecharon la coyuntura para transmitir una narrativa más controlada. Beijing filtró a una agencia de noticias que habían estado en comunicación con los Talibanes y que están abiertos a crear relaciones de cooperación, siempre y cuando no existan acciones en detrimento de China. Rusia, en línea con su realismo político, declaró que ven más posibilidades de negociación con los talibanes que con “el gobierno títere” anterior y Paquistán dejó atrás cualquier pudor y abiertamente celebró el cambio.
Mientras vemos los intentos de escapar de toda una generación que creció con la esperanza de un futuro distinto, hoy hay más preguntas que narrativas oficiales ¿Qué impacto tendrá un régimen Talibán en el futuro de la seguridad internacional? Dado que esta generación ha demostrado tener más herramientas tecnológicas ¿veremos un nuevo pico de ciberterrorismo versus terrorismo “tradicional? Y sobre todo ¿Cómo va a salir la administración Biden de esta crisis?
Es muy pronto para saber quién será el ganador que escriba esta historia. Lo que si podemos comprobar es que las narrativas oficiales requieren ser flexibles para afrontar el “tiempo real”, ya que las dinámicas de hoy hacen que un mensaje que no esta soportado por una gran estrategia, resulte contraproducente al momento de tratar de fijar agenda.
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