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La operación social integral en todo el mundo evoluciona crecientemente hacia la realización de actividades económicas, interacciones y transacciones digitales. Como en muchos ámbitos más, ello genera la necesidad de adecuar las condiciones operativas, fiscales y regulatorias que fueron diseñadas originalmente para lo físico, ahora en su dimensión digital.
En este sentido, se cuenta ya con iniciativas desde diferentes bloques de países para hacer compadecer ambos ámbitos, el físico y el digital.
En el terreno impositivo, recientemente el G-7 integrado por Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Japón, lanzó la iniciativa consensuada para realizar una reforma a los sistemas tributarios a nivel global, para que las empresas digitales transnacionales contribuyan al fisco de cada nación con al menos 15% de sus ingresos.
Este impuesto mínimo corporativo buscaría que las grandes empresas tecnológicas, como Facebook, Google, Amazon y Twitter, contribuyan en los territorios en las que tienen operación, así como a reducir los incentivos para que trasladen sus ganancias a países en los que no exista este régimen o a “paraísos fiscales”.
Este acuerdo promovido por el presidente Biden de EUA no sería el primero en intentarlo, ya desde hace varios años, la OCDE en colaboración con el G-20, han trabajado para homologar las reglas impositivas entre las economías integrantes. No obstante, sería a partir de estas iniciativas recientes que se allanaría el camino para gravar a la economía digital para el bloque de países del G-20 y alrededor de 140 economías que participan en negociaciones internacionales.
Entre lo Físico y lo Digital.
La OCDE ha identificado que bajo el sistema impositivo actual existen empresas que proveen bienes y servicios, pero especialmente estos últimos al ser fácilmente comerciables entre fronteras, escapan a una contribución plena en las economías en las que tienen operación. Esto pone de manifiesto múltiples retos en materia de cumplimiento normativo, pero sobre todo en aquella fiscal.
Por ello, con el paso de los años se ha dispuesto a diseñar mecanismos que no sólo resuelvan este desequilibrio hoy imperante entre el mundo físico y el digital, sino que también contribuya a que se conforme un sistema internacional impositivo que permita a las economías fortalecer sus finanzas y al mismo tiempo se alcance un consenso respecto a las reglas fiscales aplicables, para evitar la doble tributación y estimular el comercio internacional.
Prospectiva del Acuerdo.
Precisamente, las negociaciones para alcanzar esta homogeneidad en los diferentes regímenes impositivos se han puesto en marcha. De manera que se espera que se alcance un acuerdo tan pronto como en el último trimestre del año en curso.
La negociación para hacer extensible este régimen a una multiplicidad de países estará a cargo de la OCDE, misma que prevé que un impuesto mínimo global de 12.5% aplicable a las empresas digitales transnacionales tiene un potencial recaudatorio de 100 mil millones de dólares al año.
Esta iniciativa se constituye como la piedra angular para establecer un sistema internacional impositivo que grave de manera equitativa las transacciones e ingresos que tienen lugar en el mundo físico, así como en aquel digital.
Es de esperar que este sea sólo el inicio de una serie de ajustes al marco normativo fiscal global, del que México no está exento. Si bien, llega en una época de desaceleración económica y crisis, en el mediano y largo plazos contribuirá a emparejar el piso competitivo tanto entre países, como entre empresas en esa dualidad de lo físico y lo digital.
*Ernesto Piedras, @ernestopiedras