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Más allá de una necesaria reforma fiscal para México, que tendría que retomarse una vez superada la emergencia, en medio de la Pandemia y en el corto plazo, el País necesita de una expansión del gasto y bajas más pronunciadas en las tasas de interés para paliar las fuertes distorsiones que dejará tras de sí la enfermedad.
Es decir, sin expansión fiscal y monetaria, México se dirige al peor de los escenarios económicos.
Expertos indican que el Gasto Fiscal deberá dirigirse a dos áreas; necesariamente a seguir fortaleciendo el Sistema de Salud y a dar apoyos a la población afectada, como aquellos que han perdido su fuente de ingreso -personas y empresas- a fin de contar con los mínimos que garanticen una recuperación menos largo y más consistente.
La encuesta telefónica de ocupación y empleo publicada por el INEGI la semana pasada arroja que hasta 12 millones de personas pueden perder su fuente de trabajo por el entorno. Bancos globales, agencias calificadoras y organismos multilaterales anticipan una caída del PIB mexicano de entre -6.5% a -10% para 2020.
La OECD señala que si bien el plan de estímulos fiscales y monetarios incorporado por México durante la emergencia va en la dirección correcta, resulta menor a los diseñados en el resto de los países miembros.
La tasa de interés de la política monetaria se ha reducido en 175 puntos básicos desde finales de 2019, hasta un nivel de 5.5% y el Banco de México a tomado medidas adicionales para fomentar el funcionamiento ordenado de los mercados financieros y fortalecer los canales de crédito; el tipo de cambio flexible está ayudando a la economía a absorber los choques.
México ha tenido un mayor gasto en Salud y las medidas fiscales clave incluyen el pago anticipado de pensiones sociales y pagos por discapacidad, mientras que el Instituto de Crédito de vivienda pública cubrirá tres meses de deuda de los trabajadores.
Entre otras medidas, el gobierno también anunció préstamos adicionales a pequeñas empresas que no han despedido trabajadores o reducido sus salarios desde el brote, con un costo de 0.1% del PIB, aunque la respuesta no ha sido la esperada.
La banca de desarrollo ha otorgado liquidez adicional, equivalente a 0.2% del PIB, mientras que se han establecido líneas de crédito específicas para el sector informal, que representa el 55% del empleo en México, el 0.1% del PIB.
La gravedad de la recesión, sin embargo, “justifica medidas adicionales”, enfatizó el organismo multilateral en un informe difundido esta semana.
“Dichas medidas deberían centrarse en proporcionar a los trabajadores afectados, tanto del sector informal como del formal, apoyo en sus ingresos y evitar que desaparezcan empresas viables”, sentenció.
La OECD subraya que reforzar la inversión privada será clave para lograr una recuperación en los empleos, lo que requerirá reducir la carga reguladora y la incertidumbre en el ambiente de negocios en un tiempo muy corto.
Otros expertos apuntan al diferimiento de obligaciones fiscales o garantías de la banca de desarrollo a empresas pues mientras más empresas desaparezcan en esta etapa, la pérdida de empleos y la contracción del PIB será más severa, mientras que la recuperación se volverá más lenta.
Si bien una expansión del gasto y una reducción en las tasas de política monetaria no van a evitar la recesión que viene, serán útiles para mitigar los problemas de la población con contagio, por un mayor gasto hacia el Sector Salud, y para asegurar una recuperación menos débil de la economía en su conjunto.
Una política monetaria más expansionista ayudaría, no a través del canal habitual de estimular más crédito e inversión, a reducir la carga financiera de las empresas y los hogares.
En efecto, una expansión fiscal y monetaria no ayudará, en esta ocasión, a corregir deficiencias (en la demanda agregada) y a evitar una recesión, pero ayudará a reducir el sufrimiento de los millones de personas que entrarán en situación de pobreza y a asegurar que el país pueda tener una recuperación menos prolongada.
¿Habrá tiempo de hacerlo? Esperamos que sí.