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I. Desde antes de las llamadas “Siete plagas” (que busco y no encuentro ni en el Antiguo Testamento, ni en el Nuevo Testamento –que me obsequió Cornelio M Castelo en 2002–) han azotado a la humanidad epidemias y pestes, cada vez con mayores consecuencias. Es entonces cuando aparece para su lectura o relectura la novela dramática en cuatro tomos con cinco capítulos: La Peste, de Albert Camus. Novelista, dramaturgo, ensayista y periodista, que nace en la entonces Argelia francesa (1913-1960). Es “una descripción de la lucha contra una epidemia en Orán por personajes cuya acción importante no es tanto la eficacia como la afirmación de su propia dignidad humana… de gran riqueza simbólica con referencias tanto a la ocupación alemana [vive y sobrevive Camus a las dos guerras mundiales causadas por Alemania], como a la situación humana en general”, escribe J Cruickshank en el Diccionario de literaturas europeas, en traducción de Alberto Adell (Alianza editorial), en su ensayo sobre el autor de creaciones perennes: Al revés y el derecho; El extranjero; El mito de Sísifo; Carnets; El estado de sitio; su memorable: Cartas a un amigo alemán; El hombre rebelde; Crónicas; Reflexiones sobre la guillotina; La caída, etcétera.
II. Camus nos ofrece su obra para tenerla siempre a la mano como un trabajo de permanente actualidad, advirtiendo al final: “Al concluir la peste en la ciudad y tras haber librado angustiosos meses, el doctor Rieux decidió redactar la narración… para decir simplemente algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio… Oyendo los gritos de alegría [Rieux] sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande morir en una ciudad dichosa”. Eso es lo que constantemente ha vivido la humanidad, con muertos y sobrevivientes tanto en las guerras como en las pestes. Son 20 trabajos en esta edición de sus Obras y que se han editado separadamente. Y, claro, sus colaboraciones en el periódico: Combat, un diario que siguió apareciendo tras su clandestinidad como piedra de toque de la defensa de las libertades democráticas, a las que Camus dedicó su vida de héroe universal.
III. Hay que recordar su obra de teatro Calígula, con traducción de Aurora Hernández y Miguel Salabert, cuya divisa es: “Como todo el mundo sabe, gobernar es robar”. Y que como peste política antidemocrática: “Sin duda, no es la primera vez que, entre nosotros, un hombre dispone de un poder sin límites, pero es la primera vez que lo utiliza sin límites”. Así que, como el resto de la obra de Camus, La Peste sigue siendo lectura necesaria para explicar escenarios humanos donde las enfermedades su propagan sorpresivamente causando desgracias de toda índole. Ante las cuales no hay remedios de la biología aplicada y toman por sorpresa a los investigadores, con todo y el desarrollo de las farmacéuticas. Camus concluye su obra mostrando la capacidad para librarse de la peste que azotó a esa población. Y en sus memorias –que llama Carnets– reflexiona sobre acontecimientos que llamaron su curiosidad, como el Día de Muertos en México. Escrita con perspectiva universal, toda su obra sigue siendo vigente; especialmente La Peste, dadas las circunstancias actuales.
Ficha bibliográfica
Autor: Albert Camus (Traducción de Rosa Chacel)
Título: La Peste
Editorial: Alianza editorial
Por Álvaro Cepeda Neri