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Es cierto que en los últimos años la gestión del voluntariado se ha potencializado y las actividades que dentro de este ámbito se realizan también se han diversificado y transformado en una herramienta de aporte y proyección de las Empresas Socialmente Responsables, sin dejar de lado la participación de la sociedad en general.
A raíz de este desarrollo surge la gran pregunta: ¿de dónde parte? pero pocos se responden lo correcto: el voluntariado parte de un deseo de ayudar a otros sin esperar algo a cambio más allá de la satisfacción y el crecimiento personal generado por el impacto positivo hacia el prójimo.
Las actividades de voluntariado tienen además beneficios adicionales como el convivir con otras comunidades, conocer su forma de vida y sus medios de subsistencia, sus costumbres e incluso conocer otras culturas que se desarrollan muy cera de nosotros, pero cuya existencia olvidamos en nuestra vida cotidiana.
En consecuencia, muchas empresas también se preguntan ¿de dónde parte una organización que busca voluntarios? Las organizaciones que buscamos voluntarios partimos de la necesidad de manos que apoyen; parte de tener nuevas visiones, de tener la intensión por generar un enlace con nuevas oportunidades de incrementar el alcance de los proyectos e incluso de replicarlos en nuevos luares.
En esencia, parte de la necesitadad de incrementar el alcance y beneficios de un proyecto benéfico; entre muchas otras razones, que dependen de cada contexto en el que se intervenga.
Pero, sin duda alguna, la pregunta que desafortunadamente es una de las que más tengo que responder es aquella que tanto la sociedad en general como el sector privado suelen hacer: ¿por qué debo paragar por una actividad de voluntariado?
Creo que el motor de esta pregunta radica en el poco entendimiento de las verdaderas dimensiones del voluntariado. Si bien existen diversas formas de hacer voluntariado, como puede ser cybervoluntariado, servicio social, voluntariado profesional, voluntariado corporativo e incluso turismo de voluntariado, cada una de ellas requiere de insumos para poder realizar dichas actividades. Es posible que muchas organizaciones cuenten con duchos insumos y puedan ser brindados a los voluntarios, desafortunadamente en la mayoría de las situaciones esto no es así.
Imaginemos que un voluntario se ofrece a participar en una jornada de trabajo para reforestar un bosque, que es una de las actividades de voluntariado ambiental más comunes. El voluntario requiere de un tranporte para llegar a la cima más alta, la herramienta de trabajo como puede ser una pala, guantes, un distintivo de color de seguridad, un capacitador que le indique cómo hacer la plantación; la planta a colocar, una colación energética, agua y biofertilizantes y para finalizar una comida de cierre; además algunos jornaleros que al finalizar revisen y corrijan las plantaciones en caso de ser necesario, recojan los residuos que al voluntario “se le olvió” llevarse y finalmente cuidar esta nueva plantación los próximos 20 años, diariamente. Pero este voluntario además invita a su sobrino y dos amigos.
Todos los insumos que requiere ese voluntario para realizar la actividad tienen un costo asociado. Muchas organizaciones asumen el gasto de equipos como la herramienta, pero definitivamente no es posible que asuman los gastos de la participación de un voluntario. Su trabajo, el cual es invaluable, no tiene una etiqueta de costo, pero sí el resto de los insumos necesarios. Cuando una organización pide un costo de recuperación, está destinado a los servicios o productos que permiten la participación del voluntario únicamente.
Las organizaciones atienen problemáticas ambientales y sociales que han sido relegadas por la sociedad e incluso por el gobierno. No cuentan con recursos necesarios para alcanzar a abarcar la totalidad del problema, de ser así nuestro México sería muy distinto. Desafortunadamente todavía hay que luchar contra la indiferencia y los cuestionamientos. Si una organización contara con los recursos necesarios para comprar todos los bienes y servicios que necesita un voluntario, estoy totalmente segura que no los invertiría en ellos. Contrataría a personal de la localidad para incentivar la economía. Es un ingreso monetario que permite la entrada de dinero a las comunidades y a las personas a las que se ayuda con su intervención.
Entonces surge inminentemente la pregunta ¿entonces para qué pedir ayuda de voluntarios? El voluntariado no es obligatorio, es una decisión individual y cada uno elige hacerlo o no. Cuando una persona es voluntaria no sólo aporta su talento y trabajo, también se convierte en vocero de la causa y la organización, puede aportar nuevas ideas y proponer otras maneras de generar beneficios, el voluntario conocer más sobre una problemática actual y puede ayudar a prevenirla o involucrar a más personas en las soluciones. Ese voluntario puede ayudar a gestionar fondos para la causa en su comunidad o lugar de trabajo, por ejemplo. Un voluntario puede regresar a ayudar en más ocasiones que sólo un día de trabajo organizado por su empresa y comprar su comida en la comunidad local, para generar una derrama en la localidad.
Porque al ser voluntario se asume un compromiso, no sólo con la organización que se apoya, sino con la causa y los beneficiarios que esperan apoyo. Por ello es importante que las organizaciones se aseguren que cada voluntario pueda cumplir esas expectativas y al mismo tiempo. Así es, no todo depende de lo que el voluntario da, también necesita recibir algo, que puede ser su realización personal, un reconocimiento, la satisfacción profesional, y por qué no, incluso ser beneficiario directo del agua pura que se filtra al subsuelo gracias a su trabajo de mantenimiento en el bosque cercano a su casa, por ejemplo.
Hacer voluntariado que no es remunerado, no significa que el compromiso deba ser menor y que deban esperar menos de ti.
La gente que sólo asiste a eventos de voluntariado para tomarse una foto, que pide descuentos, que se queja por el “servicio”, que quiere buscar los espacios más bonitos, cercanos y de fácil acceso son personas que confunden el objetivo de ser voluntario. Si todos los lugares cumplieran con esas características de comodidad y facilidad, entonces no habría necesidades de refugios o espacios de asistencia. Hay más cosas que hacer, no sólo tomar la foto del grupo plantando un árbol o recogiendo una bolsa de basura tirada en la calle. Si vamos a ayudar, ayudemos en lo que se necesita y no sólo en lo que a los ojos de otros luce.
¡Asumamos el compromiso!
Paulina Martínez*
*Dirección de Proyectos. Earthgonomic México, A.C.