Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 47 segundos
La Habana (PL). A una década del inicio de la crisis económica que estalló en 2008, muchos analistas estiman que el convulso panorama financiero anuncia una nueva conmoción mundial con el consiguiente perjuicio sobre el empleo y los ingresos.
De acuerdo con las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) el orbe está 12 por ciento más endeudado que en el anterior máximo registrado en 2009, con un equivalente al 225 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial.
Ante esta situación, el FMI alertó que “se está perfilando una dinámica más propia del fin del ciclo crediticio”, (…) “reminiscente del periodo de gestación de la crisis”.
Si bien coincide con el hecho de que la magnitud del endeudamiento global es preocupante, el especialista del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), de Cuba, Faustino Cobarrubia, no cree que la crisis iniciada en septiembre de 2008 haya sido rebasada en ninguno de los años posteriores.
Por esto, considera el experto, no ha de hablarse de una nueva crisis sino de una nueva etapa de la misma, iniciada 10 años atrás.
“Desde una perspectiva marxista, y dándole una mirada histórica a los acontecimientos del 2008, se puede afirmar que la situación abierta en aquella crisis no se ha superado. Los principales indicadores económicos no logran rebasar todavía a los alcanzados previamente a aquella conmoción, señaló durante una entrevista con Prensa Latina.
A su juicio, el mundo atraviesa una fase de estancamiento secular, situación caracterizada por cierto despegue, pero insuficiente para sacar a la economía de su depresión. A pesar de que en sus más recientes previsiones de junio el FMI indicó que en 2018 y 2019 la economía mundial crecerá 3.9 por ciento, se prevé que el incremento se desacelere hacia 2020, con caídas en el comercio y la inversión.
Según refirió Covarrubia, el panorama no es esperanzador tomando en cuenta que la desaceleración marca la pauta en países de la Eurozona, Reino Unido, Japón y varios mercados emergentes.
Asimismo, lejos de generar riqueza real con las expansiones monetarias realizadas por los bancos de la Unión Europea, Japón y Estados Unidos, el crecimiento de estas tres economías supone menos del 20 por ciento del dinero creado y favoreció una escalada de la deuda de consumo y niveles cada vez mayores de especulación financiera.
En esta fecha de 2018, el paisaje mundial es incierto pues ya no hay crecimiento sincronizado y la expansión parece haber alcanzado su punto máximo en algunas de las principales economías del mundo.
En suma, estimó el también jefe del Departamento de Comercio e Integración del CIEM, se ha reproducido el mismo patrón de comportamiento que llevó al crack de 2008 y la hipertrofia financiera global incrementa su hegemonía y poder destructivo sobre la totalidad del sistema mundial.
Una inmensa masa monetaria se ha destinado a buscar dinero y multiplicarse a sí mismo sin producir nada, sin construir una fábrica, sin relación alguna con el comercio real de bienes o servicios en una especie de economía artificial, opinó.
Asimismo, a pesar de que la inversión tuvo un repunte en muchas economías durante el año pasado, de acuerdo a datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, sigue siendo más débil que la observada en periodos previos a la crisis.
“La gran mayoría de la plusvalía no invertida -lo que Karl Marx llamaba plétora de capital- se ha volcado a las finanzas y a las oleadas de especulación. Este es un factor clave que limita las perspectivas de la productividad y el crecimiento del producto potencial a mediano plazo”, expuso el experto.
Cobarrubia refirió que otro dato que enciende las alarmas para el crecimiento mundial es el debilitamiento experimentado en los últimos tiempos por las economías emergentes.
Según el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), las inversiones en cartera en estas naciones caerán 19 por ciento en 2018, su primer retroceso en tres años.
El problemático panorama mundial resultó aderezado también por la imposición mutua de aranceles entre China y Estados Unidos durante las semanas recientes que, según Covarrubia, agravará un escenario económico ya golpeado por el bajo crecimiento de la productividad y bajas tasas inflacionarias.
“Recordemos que en la década del 30 del pasado siglo fue el proteccionismo comercial lo que provocó una agudización de la crisis. Si bien no la originó, sí la entronizó. Con las fuertes restricciones comerciales dispuestas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, puede volver a temerse un agravamiento de la situación”, consideró el investigador.
Washington, añadió, ambicioso de hegemonía y con una economía en retroceso, implementa medidas proteccionistas con la excusa de que los países con los que se mantienen tratos aplican prácticas comerciales “injustas” a sus productos.
De acuerdo con la administración Trump, el intercambio “desigual” es el responsable del abultado y creciente desbalance comercial de la nación que en los últimos años se sumió en el parasitismo financiero en detrimento de la cultura productiva que antes le caracterizara.
Aun cuando no puedan determinarse de manera exacta los costos de una guerra comercial, al deteriorar la confianza y provocar perturbaciones en los mercados financieros internacionales, la escalada del proteccionismo estadounidense podría conducir a una abrupta desaceleración de la actividad económica global, estimó el analista.
En resumen, las causas que originaron la actual crisis no solo no se han corregido sino que han empeorado y el mejor ejemplo de eso son los niveles extremos de deuda que hacen temer quiebras al estilo de los años 30 del siglo pasado.
“La economía mundial sigue empantanada en un ciclo recesivo del que es incapaz de salir y se dirige hacia una depresión más profunda ante la perspectiva de un estallido de lo que podría ser una histórica guerra comercial”, afirmó el experto.
Este escenario alerta, a juicio de Cobarrubia, sobre un deterioro en la cooperación económica internacional y a favor de la aplicación de reformas de instituciones globales como las que ya se aprecian en el seno de la Organización Mundial de Comercio.
Con un debilitamiento del entramado que sustenta el comercio mundial se pone en entredicho a los organismos de gobernanza, lo que acarrearía problemas para coordinar de manera ordenada y eficiente el intercambio internacional.
El mayor riesgo económico y geopolítico a medio y largo plazo de la entronización de la crisis, abundó el entendido, sería entonces la incapacidad de crear nuevos acuerdos internacionales para afrontar los retos globales.
Ivette Fernández Sosa *
*Periodista de la Redacción Económica de Prensa Latina.
INTERNACIONAL
El convulso panorama financiero mundial anuncia una nueva conmoción global con el consiguiente perjuicio sobre el empleo y los ingresos.
De acuerdo con las estimaciones del FMI el orbe está 12 por ciento más endeudado que en el anterior máximo registrado en 2009.
No ha de hablarse de una nueva crisis sino de una nueva etapa de la misma, iniciada 10 años atrás.