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La Habana (PL).- Luego de culminar una intensa primera fase de negociaciones sobre la salida de la Unión Europea (UE), el Gobierno del Reino Unido comenzó el 2018 con su atención centrada en problemas internos, agudizados por diferencias entre los tories en torno al denominado Brexit.
Tras un 2017 difícil y lleno de tropiezos, la primera ministra británica, Theresa May, decidió concretar en año nuevo una anunciada reforma del Gabinete y de la dirección del Partido Conservador.
Siete meses después de las elecciones generales, donde esa fuerza política perdió la mayoría absoluta en el Parlamento, May hizo efectivos esos cambios con el supuesto objetivo de recobrar la confianza de los ciudadanos y promover el ascenso de rostros nuevos y capaces de lidiar con los retos que enfrenta el país.
En la segunda semana de enero, médicos de uno 60 hospitales denunciaron las graves consecuencias de los recortes en el sistema de salud, uno de los tantos asuntos pendientes de la actual administración.
Sin embargo, los políticos desviaron su mirada de la alerta sobre la larga espera de cientos de pacientes en saturadas salas de emergencia y la muerte de muchos de ellos, y dieron prioridad a los reajustes del Ejecutivo, divulgados a cuentagotas a través de plataformas digitales.
No obstante, la renovación se centró solo en cargos menores y, según el criterio de los analistas, la sucesora de David Cameron no fue capaz de demostrar su recuperación tras un período de decadencia, durante el que muchos le auguraron un final anticipado.
Concebida como una estrategia para demostrar autoridad y solucionar divisiones internas, la remodelación estuvo, sin embargo, marcada por renuncias, la negativa de algunos a ocupar otros puestos y las críticas de la oposición y la prensa.
Para el diario The Independent, la medida demostró la vulnerabilidad de la dirigente tory, en tanto The Times señaló que, en lugar de fortalecer a la dirección del país, “la desastrosa reorganización” solo resaltó la incoherencia de la mandataria.
Mientras, el dirigente laborista Jeremy Corbyn calificó la reforma de mediocre y consideró un error dejar de lado problemas mayores como el estado del sistema de salud, la seguridad interna y la situación de los sectores más pobres.
Pese a tratarse de los mayores cambios desde la llegada de May al número 10 de Downing Street, en julio de 2016, continúan en su puesto los ministros de Relaciones Exteriores Boris Johnson, de Interior Amber Rudd, de Economía Philip Hammond y el de los asuntos relacionados con la separación del Reino Unido de la UE, David Davis.
Uno de los nombramientos más importantes fue el del exlíder de la Cámara de los Comunes y secretario para Europa, David Lidington, como canciller del ducado de Lancaster y titular para la Oficina del Gabinete.
Ese último cargo era desempeñado por el ex primer secretario de Estado Damian Green, quien se vio obligado a dimitir a mediados de diciembre por su implicación en un caso de pornografía y acoso sexual.
La partida de Green, hombre de confianza de May, fue la gota que colmó la copa y llevó a realizar un reajuste en el Gobierno poco antes de iniciar la segunda fase de conversaciones entre Londres y los 27.
Para enfrentar esta etapa, que amenaza con ser más compleja que la anterior- si eso fuera posible-, May nombró como su segundo a un proeuropeo y conocedor de las interioridades del bloque, Lidington, pero añadió al equipo a la euroescéptica Suella Fernandes, defensora de una separación sin tratado alguno.
Asimismo, se especuló sobre la designación de un ministro para un escenario marcado por la falta de acuerdo, iniciativa que finalmente no se concretó.
La jefa de Gobierno intentó mantener el equilibrio entre partidarios y detractores de abandonar la UE, al tiempo que trató de fortalecer una postura conciliadora con Bruselas y satisfacer las exigencias de los sectores internos.
Con tal propósito y para evitar un mayor debilitamiento de su partido, decidió incluso permitir la continuidad de Johnson en su puesto, a pesar de algunas declaraciones de este contra su mandato.
Por otra parte, el diputado Brandon Lewis asumió la directiva del Partido Conservador, en sustitución de Patrick McLoughlin, y deberá encargarse de incrementar el apoyo a su formación, debilitada durante los últimos meses, en gran parte por la gestión del Brexit.
En la primera de dos jornadas de reorganización (8 y 9 de enero), se conoció la renuncia del secretario de Estado para Irlanda del Norte, James Brokenshire, por motivos de salud, en tanto la ministra de Educación Justine Greening dimitió tras conocer que sería trasladada al departamento de Bienestar y Pensiones.
Asimismo, Jeremy Hunt se negó a abandonar el Ministerio de Salud para atender el de Empresas, Energía e Industria, por lo que continúa en su cargo, al que incorpora además las labores relacionadas con Bienestar Social, pese a las críticas contra su desempeño.
Lo anterior propició el incremento de las dudas sobre el liderazgo de May, su capacidad para manejar a ciertas figuras y continuar al frente del país.
Más allá de algunos movimientos y ascensos, no hubo cambios significativos en el Ejecutivo conservador, por lo que aumentaron los cuestionamientos sobre los verdaderos objetivos y la factibilidad de esta supuesta reforma.
*Por Glenda Arcia, periodista de la Redacción Europa de Prensa Latina.