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Seis años más tendrá que esperar el Estado de México para que pueda vivir la llamada “alternancia” en el poder político. El Partido Revolucionario Institucional será quien gobierne esa entidad de la mano del primo del presidente: Alfredo Del Mazo.
¿Arrasó el PRI en la entidad que ha gobernado por décadas? Si nos atenemos a los datos duros, la respuesta es no. Lo cierto es que al partido Morena con Delfina Gómez y el líder de ese partido, Andrés Manuel López Obrador, terminaron pisándole los talones a Del Mazo. Sin embargo, no les alcanzó para arrebatarles el bastión más importante de ese partido, cuna de Enrique Peña Nieto presidente de México.
Aún cuando Alfredo del Mazo y el PRI confirmen su victoria en el conteo final de votos, dicha victoria tendría indicios de derrota. Los datos reales nos dicen que la elección del domingo 4 de junio representarían la cifra más baja que haya obtenido un priista en décadas. Arturo Montiel en 1999 ganó con un 42 por ciento; en el año 2005, Enrique Peña Nieto logró casi 46 por ciento de votos; en 2011, el actual gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, obtuvo 62 por ciento de la votación y en el caso de Del Mazo, su votación oscila entre 32 y 33 por ciento
Esta baja nos habla del rechazo hacia el partido en el poder. Ya en varias ocasiones hemos hablado de esta arista que tiene que ver precisamente con todo los elementos que han hecho de Enrique Peña Nieto uno de los presidentes más impopulares en la historia de nuestro país.
Ahora bien, una de las lecciones que nos dejó esta jornada electoral es que a la vista de una parte de la población mexiquense no hay certeza en los datos y el ánimo de la votación a favor de la Maestra Delfina Gómez, con la declaración de los datos oficiales que proclaman a Alfredo Del Mazo como triunfador. Es decir, nos enfrentamos otra vez con una sociedad dividida que por un lado piensa en hubo prácticas irregulares durante la jornada electoral que dieron como resultado la imposición desde el aparato de poder al candidato del PRI y por otro, la percepción de qué hubiera pasado si una alianza de la izquierda encabezada por Morena y el PRD habría terminado con años y años de gobiernos priistas en el Estado de México.
Quizás el escenario hubiera sido otro de haber coincidido una alianza entre la izquierda. En este momento hablaríamos que la verdadera pelea fue por terminar con el status quo y esto hubiera empujado más la idea que en 2018 Andrés Manuel López Obrador podría convertirse en presidente de México. Pero la realidad es otra. Si bien es cierto que Morena es un partido que avanzó en las preferencias y que se reflejó en el número final de los votos, dependerá mucho de la construcción de alianzas para poder afianzar y aglutinar los votos necesarios para salir victoriosos en las elecciones federales del próximo año.
Ningún partido y ningún candidato tiene la victoria cantada. Los acuerdos, el diálogo y el entendimiento serán factores claves que veremos en próximos meses durante la construcción de alianzas de partidos con miras a derrotar al PRI o quizás para detener la llegada del líder de Morena.
Andrés Manuel López Obrador debería de entender esta lógica. Podríamos decir que durante el final de campaña de la Maestra Delfina Gómez tuvo datos que lo hicieron exigir públicamente varias veces una declinación del PRD y de su candidato, Juan Zepeda, a favor de Morena lo que haría pensar que pretendía entender la lógica de la alianza.
Nos enteramos también que Alejandra Barrales, líder nacional del Partido de la Revolución Democrática, así como el propio Zepeda buscaron a López Obrador antes de las campañas electorales para construir una alianza de izquierda. Pero un mal cálculo o error estratégico (por no llamarlo “soberbia”) llevó a Andrés Manuel a ir sólo con Delfina Gómez a competir contra todo el aparato que tuvo a su mano el PRI para retener el Estado de México. Hizo suya esta elección, apostó su capital político en esta contienda estatal; porque hay que decirlo con todas sus letras, la campaña la hizo él y relegó a Delfina Gómez.
López Obrador ahora está en una encrucijada porque si se demuestra que no hay viabilidad electoral para él desde el Estado de México esto mermará en el ánimo para el 2018 y por otro lado, si encabeza acciones fuertes de protesta contra el fraude electoral en la plaza pública, se topará otra vez con comentarios adversos de quienes lo critican por no aceptar resultados y que apuesta a la ruptura institucional.
¿Qué sigue entonces para el puntero en las encuestas? Entender que para llegar sólido al 2018 necesariamente tendrá que construir acuerdos para ir de la mano con el PRD, el PT y de alguna manera Movimiento Ciudadano, en una gran alianza ciudadana que por un lado muestre a un López Obrador como un hombre que sabe construir acuerdos con otras fuerzas políticas y que por otro entienda que sólo estaría muy lejos de alcanzar su objetivo de ser presidente de México.
*Periodista y productor.
Correo electrónico: szaragozaa@gmail.com / twitter.com/SalvadorZA