2017: ¡Mayday! ¡Mayday! Crecimiento mundial en picada

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Por Haydeé Moreyra*

Creo que el escenario actual amerita cerrar la columna de este año con un “corte de caja”, pero también con las perspectivas en materia económica y política a nivel mundial. En ese sentido, me parece que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) ha otorgado un osado pero atinado título a uno de sus estudios más recientes: “Global growth warning”. No es para menos; la mayoría de los especialistas, gobiernos y organismos internacionales observan que el 2017 estará marcado por incertidumbre y débil crecimiento económico. Las razones son muchas pero yo visualizo al menos tres: comercio e inversión, política monetaria y fiscal, y el resurgimiento de un populismo de miedo.10217500 - sinking euro ship. crisis concept

Pero empecemos con el cierre de año. El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que la economía mundial aumente a penas 3.1 por ciento en 2016, mientras que la OECD estima un marginal crecimiento de 2.9 por ciento. Según este organismo tan solo en las economías avanzadas, se alcanzará apenas un magro crecimiento de 1.6 por ciento en su PIB. Y es que el año 2016 fue testigo de eventos clave como el Brexit, las elecciones en Estados Unidos dándole la victoria a Donald Trump, las políticas monetarias acomodaticias, -medida de política monetaria que utilizan los Bancos Centrales para estimular el crecimiento a partir de una mayor oferta monetaria o bien una menor tasa de interés-, los bajos precios del petróleo, y la desaceleración económica (acaso estanflación) en algunas economías de Asia y Europa,  entre otros.

Dentro de las principales causas (económicas) del bajo crecimiento mundial se pueden mencionar: una débil demanda e inversión privada, una caída en el precio de los commodities y un magro crecimiento en el comercio internacional.  Esto ha mermado sobre todo las arcas públicas que a su vez impactaron en un menor gasto público. Por ejemplo, en el segundo trimestre de este año, el consumo privado y la formación bruta de capital fijo en los países de la OCDE apenas aumentaron 0.6 por ciento y 0.4 por ciento respectivamente. Esto es por debajo de los crecimientos registrados en el mismo periodo del año pasado. En tanto, la producción industrial y la construcción cayeron 0.1 y 1.2 por ciento en el mismo periodo.55617805 - an investor is looking at screen showing stock market crash

Otro elemento clave ha sido el desempeño del comercio internacional. Según el informe de la OCDE, el volumen de comercio a nivel mundial cayó durante el primer trimestre del 2016 lo que implica –y cito – “que la globalización en términos de intensidad comercial, se ha estancado”. Datos del FMI muestran que en el periodo 1998-2007 la tasa de crecimiento del comercio mundial fue de 6.8 por ciento  y en el 2010 se alcanzó el nivel histórico de 12 por ciento; en el 2016 se espera que esa cifra alcance a penas el 2.3 por ciento.

Un factor prácticamente común para todos los países es una baja considerable en los ingresos del gobierno, sea por una balanza en cuenta corriente o de capital deficitaria, sea por menores precios de los commodities, o sea por una menor recaudación o aumento de la deuda. Por ejemplo, según cifras del FMI, las economías más desarrolladas registrarán en este año un déficit público promedio de -3.2 por ciento como porcentaje de su PIB potencial y tan solo Estados Unidos, Japón y la Eurozona registrarán una deuda neta/PIB de 82 por ciento, 128 por ciento y 67 por ciento, respectivamente. Empero, hacia el 2017 se estima que el panorama en materia fiscal seguirá debilitándose. Lo anterior contrasta con un fenómeno relativamente atípico de tasas de interés negativas; más del 70 por ciento de los bonos soberanos que operaron en Japón y Europa lo hicieron con tasas de rendimiento negativas, y  lo mismo ocurrió con el 35 por ciento de la deuda gubernamental de países miembros de la OCDE. Ciertamente que estas políticas contra cíclicas obedecieron al magro crecimiento económico vivido en el 2016 pero todo apunta a que en el 2017 comenzará un nuevo periodo de encarecimiento de tasas de interés.

Pero lo que se encuentra detrás de estas débiles expectativas económicas es -a mi juicio- un fenómeno no económico pero por mucho, más delicado y permanente: el resurgimiento de un nacionalismo, y en algunos casos hasta populismo de miedo. Me refiero al más reciente surgimiento de partidos “ultranacionalistas” como Syriza en Grecia y Podemos en España, o a la aparición de políticos radicales como Donald Trump en Estados Unidos o Marine Le Pen en Francia, o movimientos nacionalistas como el “Brexit”. Según el más reciente número publicado por la revista Foreign Affairs, lo anterior es un reflejo del surgimiento de un populismo ya “en marcha” en el mundo occidental.  Si bien hay razones también económicas,- algunas premisas: mayor desigualdad,  magro crecimiento económico, tendencias demográficas, estancamiento de la clase media y sus salarios, mayor productividad (tecnificación) en algunos sectores económicos y la tercera revolución industrial-, por las que ha reaparecido este fenómeno y por las que se merece un análisis más profundo, me parece todavía más importante contestar la pregunta ¿Por qué son relevantes estos sucesos a la luz de las perspectivas económicas?

Y la respuesta está en la desconfianza. No solo me refiero a desconfianza en invertir, en comercializar o en migrar. Sino desconfianza a todo lo que implica los supuestos beneficios de  la “globalización”. Si una parte de la sociedad no percibe los beneficios, por ejemplo, del libre comercio de mercancías y de personas o de los derechos universales al pertenecer a la “Unión Europea”, entonces la perspectiva económica hacia el 2017 y los desafíos a mediano plazo serán muy complejos.

Estos cambios en el entorno geopolítico afectarán, en primera instancia, el comercio  internacional. No es cosa menor siendo éste uno de los pilares del crecimiento económico en la última década. En segundo lugar, anticipo que la inversión extranjera directa disminuirá en los países emergentes, lo cual se verá motivado por un escenario de altas tasas de interés. Mientras que en los desarrollados continuará aumentando el gasto público de inversión con la consecuencia de desbalances en las finanzas públicas. No menos importante es el impacto a nivel microeconómico (familias y empresas) en términos de salarios, poder adquisitivo, impuestos, endeudamiento, empleo e inversión.

Reconozco que si bien hay que dejar el beneficio de la duda, no veo con claridad cómo las propuestas alternas que están surgiendo (Trump, Brexit) se traducirán en prosperidad y mejor calidad de vida para las sociedades. Nunca antes la incertidumbre inundaba tanto el escenario mundial y temo que tendremos que esperar varios meses hasta tener claridad sobre las consecuencias económicas y sociales de estas transformaciones.

Cierro este espacio editorial no sin antes desear a todos los amables lectores de la revista Fortuna, y de esta columna, un Feliz y Próspero Año Nuevo.

 *Coordinadora Executive MBA-EGADE Business School