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Contra todas las expectativas formadas en México, el candidato republicano a la Casa Blanca logra vencer a la demócrata, con una campaña que tan “impresentable” como acertada
Los estadounidenses desestimaron las advertencias y recomendaciones de hasta hoy su presidente, Barack Obama, en el pasado proceso electoral. Les dijo nada menos que Donald Trump no era apto para gobernarlos, calificó a Hillary Clinton como la persona mejor preparada para gobernar Estados Unidos, por encima de él mismo y de Bill Clinton, los dos candidatos que arrasaron en sus respectivas contiendas. Nada de eso le valió para llevarla hasta la Casa Blanca.
Más que pretender un análisis, a continuación hay un recuento visto desde México de los hechos que pueden explicar los porqués de la alta competitividad de Donald Trump y cómo es que concitó el apoyo suficiente para obtener una mayoría de electores, todos ellos estuvieron a la vista de quienes siguieron el proceso, pero no fueron suficientemente valorados.
Durante la campaña, en México parecía fundada la esperanza de un triunfo para Hillary Clinton; las encuestas, la opinión pública, los debates de los candidatos y el discurso de Trump, entre otros, daban todas las señales de haberse conjuntado los suficientes elementos para evitar que un candidato no sólo criticado por impresentable, sino también repudiado en su país, saliera avante. Pese a todo, hay quienes creen que una esperanza sigue viva con un recuento de votos en Wisconsin que podría hacer que el resultado sea revertido.
Aunque los conteos señalan que la señora Clinton logró el mayor número de votos populares con una diferencia de 2 millones, para el sistema electoral de Estados Unidos no es lo determinante, sino el número de votos electorales, donde sólo alcanzó 232 contra 306 de Trump.
Los resultados electorales
Los comicios captaron el sufragio de casi 132 millones de ciudadanos, que es la mayor cifra lograda en la historia de Estados Unidos. Junto a este dato aparecen señales significativas, la primera indica que la participación de votantes fue de 56 por ciento, inferior a la de 2008, 57.5 por ciento, cuando los demócratas regresaron a la Casa Blanca, con Obama. Una segunda, que pese a haber obtenido más votos populares que Trump, Clinton este año no alcanzó el número de sufragios que Obama logró en cualquiera de sus dos postulaciones.
Sin embargo, lo más importante en las elecciones de Estados Unidos son los votos electorales, de éstos Hillary Clinton logró obtener el más bajo número para un candidato demócrata, al menos desde 1996, con sólo 232.
Eso significa que al haberse dado la mayor votación histórica y con la disminución de la preferencia demócrata, queda bastante claro que su contendiente logró una movilización impresionante, la cual además pudo concentrarla en los estados que le habrían de conseguir los votos electorales necesarios.
Se esperó mucho de las encuestas
Las encuestas tuvieron una presencia ininterrumpida a lo largo de todo el proceso. Todas diferentes en su periodicidad, en las muestras y, no sólo eso, también con resultados variados, pero dentro de una misma tónica: la elección se resolvería por márgenes muy estrechos.
Prácticamente todas las semanas se conocieron nuevos resultados. Sin embargo, un problema que están enfrentando estos estudios es que al parecer se les está pidiendo algo que no está en su naturaleza brindar. Se llega a la creencia de que deben proporcionar datos con una exactitud casi milimétrica, pero son acercamientos a la percepción de un fenómeno o hecho social y como tales tienen un alto valor.
Si tomamos en cuenta que la diferencia entre los dos candidatos fue de 2 millones de votos, es decir 1.52 por ciento, tenemos que ese volumen se encuentra dentro del rango que la mayoría de las encuestas mostraron como la diferencia entre ambos, por lo tanto, los estudios fueron correctos en términos generales. Si alguien esperaba algo más, eso no es atribuible al ejercicio.
Las encuestas no sólo anunciaron la estrechez del resultado, la mayoría de las series indicaron dos aspectos relevantes adicionales, que la competencia se cerró hacia el final y muchas de ellas también indicaron una notoria caída en la preferencia por la demócrata.
En algunos círculos el resultado cayó como una especie de tragedia y más de uno creyó que las encuestas habían fallado. Lo que nadie puede negar es que durante todo el proceso se tuvo la certeza de la elevada competitividad de Trump y que se sobrepuso con éxito a los momentos difíciles.
Los medios apabullaron a Trump
El empresario hotelero durante todo un año arremetió como “chivo en cristalería” contra todo lo que significara oposición a sus propósitos; como pocos se enfrentó al “establishment” de Washington, donde participan tanto las elites de su partido como de sus contrincantes. Con grandes intereses en juego, esta burocracia se convirtió en una fuerte resistencia que llegó hasta importantes segmentos del Partido Republicano que en todo momento le negaron su apoyo.
Como nunca antes, los medios de comunicación más reconocidos de Estados Unidos se alinearon con el “establishment” de Washington, y así con la candidata demócrata. Con ellos, los medios del resto del mundo y de manera especial en México, no supieron interpretar la competitividad del republicano y prefirieron mirar a través de un cristal interesado, que además los distanció de un alto número de ciudadanos.
No es poco que 360 periódicos y semanarios estadounidenses se declararon a favor de Clinton, en cambio por el empresario lo hicieron apenas 13. Mientras dedicaban grandes despliegues informativos para exhibir los discursos provocadores de Trump, éste en las plazas públicas era motivo de exaltación. Esto fue visto por los medios, pero no lo supieron entender, aunque tampoco les interesó; les bastó con tener a la mano encuestas que mostraban una ventaja a la candidata demócrata, así ésta fuera microscópica.
A Trump lo hicieron el tema de conversación por las peores razones, lograron contribuir para que sus raquíticos argumentos para gobernar Estados Unidos quedaran ocultos, mientras unas cuantas ideas que dieron sustento a su discurso, quedaron sembradas en la conciencia de sus partidarios y de sus opositores. A diferencia, la señora Clinton fue vista como la alternativa, de ahí que muy pocos hoy tengan en la memoria algunos de sus postulados presidenciales, pese a haber tenido de su parte a los más importantes medios de comunicación. La redujeron a la condición de ser la preferida por ser rival del hombre que goa de la mayor animadversión.
Sólo por curiosidad, sería interesante saber cuál habría sido el nivel de la preferencia por Clinton, sin el apabullante despliegue mediático contra su rival. Fuera de morbo, los anteriores aspectos estuvieron a la mano de quienes quisieran reconocer el impacto de cada una de las campañas, por lo tanto de su posible resolución.
La oferta política de Trump
El candidato republicano delimitó de manera muy nítida sus obstáculos para llegar a la Casa Blanca. A partir de ellos construyó su discurso, que por lo mismo resulta pragmático. En primer término, se encontraba el “establishment”. Tenía la necesidad de enfrentar a una compleja red de intereses dominantes en Washington, en los cuales Hillary Clinton tiene la fortaleza de conocer y de los cuales podría sacar ventaja, porque en esas aguas se ha desenvuelto con éxito en los últimos 25 años.
El cansancio de la sociedad estadounidense con esa burocracia fue ampliamente explotado por Trump; en todos los foros la calificó como corrupta, la culpó fabricar políticas teñidas de un salvaje neoliberalismo que se manifiesta en la caída de los estándares de vida de la población. De ahí derivó la falta de empleos y la migración de la planta industrial en varios estados. Aquí encontró su mayor caudal de votos.
La popularidad de un presidente como Barak Obama no podía ser desdeñada como otro de los obstáculos. Sabía que el éxito de una reforma migratoria al final de su gestión, daría a los demócratas un invaluable caudal de votos, por lo tanto, estaba en la necesidad de frenarla y lo ha logrado.
Se mostró como un buen conocedor de las fortalezas y debilidades propias y de sus rivales, de ahí que muchos temas los encaró de manera sesgada para darse la libertad de ir de frente en puntos clave que pretendió explotar de sus contrincantes. Contra Obama mantuvo una prolongada campaña sobre sus orígenes. De ahí construyó un discurso para enaltecer a la mayoritaria población blanca, que derivó en toda su retórica racista y xenófoba. Generalizó vicios de los mexicanos y de los musulmanes en especial. Estos segmentos no lo castigaron de manera suficiente en las urnas.
Pese a que nunca hubo en sus mensajes una señal que colocara como relevante la condición de mujer de la demócrata, enarboló un discurso teñido de misoginia que no dudó en ningún momento en ponerlo en el centro de sus intervenciones. Son memorables los niveles de bajeza a los que fue capaz de descender durante la campaña. El voto de las mujeres no lo castigó con la dureza que pudiera suponerse.
Su oposición al libre comercio, en cuya responsabilidad eludió la correspondiente a los republicanos, le permitió desarticular la reconocida fortaleza de las grandes centrales sindicales; pese a que los líderes revalidaron su añejo respaldo al Partido Demócrata, su golpeada base no los secundó y optaron por el republicano.
Debilidades de Hillary y fortalezas de Trump
La simpatía por la señora Clinton o la antipatía a Trump reseñada con profusión pudieron ser un impedimento para ver con suficiente nitidez las implicaciones de las debilidades que fueron ampliamente expuestas en la campaña demócrata.
Desde la irrupción del uso de las redes sociales como factor determinante en las campañas electorales estadounidenses en 2008 habían sido un talón de Aquiles para el Partido Republicano. Los demócratas las habían explotado con suficiente profundidad que contribuyeron a llevar por primera vez a la Casa Blanca a un candidato de raza negra.
En este 2016 Donald Trump logró revertir esa falencia republicana al grado que él personalmente era capaz de postear mensajes a cualquier hora de la madrugada, por poner un ejemplo. Para Hillary Clinton fueron un dolor de cabeza, debido a que en ellas se explotó con insistencia sus descuidos en el uso del correo electrónico personal para asuntos oficiales.
Las redes sociales no fue el único escenario en el cual la campaña republicana superó a la demócrata, también en las plazas públicas. Mientras la señora Clinton privilegiaba los spots y espacios cerrados, Trump buscó en las plazas públicas el contacto con los electores.
Sin embargo, lo que marcó una gran diferencia entre las campañas fue, sin lugar a dudas fue la vitalidad de Trump sobre la fragilidad de Clinton. Ella llegó al punto de desvanecerse y tuvo que abandonar la ceremonia conmemorativa de los ataques del 11 de septiembre. Si bien, los medios de comunicación sacaron rápidamente el tema de sus espacios, la actividad de la candidata en lo sucesivo no tuvo punto de comparación con la del republicano.
Tan solo en los últimos días de campaña, Trump se dio el lujo de visitar hasta cinco estados por jornada, mientras que Hillary se concentró en entidades no definidas y con alto número de votos electorales. A esos lugares llegaron ambos, ella postulando la continuidad y la estabilidad, frente al de la denuncia contra la corrupción del sistema, la insuficiencia del crecimiento económico y carencia de empleos, del otro.
En ese vertiginoso cierre, nueve estados fueron los más visitados en los últimos seis días anteriores a la elección, de ellos Hillary Clinton ganó tres que le dieron 19 votos electorales, mientras su rival con se quedó con los otros seis con los que añadió 104 votos a la cosecha previa. Una diferencia abismal, que a la competitividad original del republicano le permitieron finalmente inclinar la balanza a su favor.
Sin embargo, quizá el aspecto más relevante de la debilidad de Clinton estuvo en el diseño de la estrategia de campaña. Los responsables no lograron convertir la preferencia popular en mayoría electoral. En esta parte, los republicanos fueron exitosos.
Salvo la estrategia electoral, la suma de debilidades de la parte demócrata estuvo a la vista no sólo del elector estadounidense, sino también en México.
Los latinos, el “gigante dormido”
Golpeados durante todo el periodo de las campañas en el discurso de Trump, los hispanos podían haber tenido en las urnas la oportunidad de devolver cada una de las ofensas, en particular por los de origen mexicano. Sin embargo, no es prudente olvidar que con ellos la administración demócrata deja un compromiso sin cumplir, al no haber logrado Obama la reforma migratoria.
El hecho contundente es que casi una tercera parte de los votantes de este segmento lo hicieron por Trump. La comunidad hispana es denominada el “gigante dormido” por analistas políticos, debido a que tiene el mayor crecimiento en Estados Unidos, sin embargo también la que ha mostrado la más reducida participación electoral.
El cambio retórico de Trump, así como su insistencia en la deportación de millones de migrantes, hizo temer a los republicanos una caída estrepitosa en las preferencias, a la vez que podría provocar un despertar. Los resultados no lo reflejan así.
Lo cierto es que la extensión del muro en la frontera con México, la deportación o la retención de remesas, no significan una amenaza para el hispano con derecho a voto, sino a quienes no han legalizado su estancia.
El votante hispano dejó atrás los sacrificios de la permanencia y hoy está en una situación similar a la de otros ciudadanos que han visto emigrar las inversiones, los empleos y muchas otras oportunidades, donde el republicano puso el acento durante su campaña. Por otra parte, la comunidad de origen cubano no ha dejado de ver con recelo el acercamiento con el gobierno de La Habana, al cual Trump no le ofrece muchas perspectivas. Estos aspectos podrían estar en el fondo de la elevada votación recibida.Desde el exterior de Estados Unidos no fue difícil observar estos fenómenos.
Serenidad en los mercados financieros
Los mercados dan cuenta de su preferencia o rechazo a los sucesos políticos de manera muy clara. En este proceso se debatieron múltiples políticas que involucran de manera muy directa a la dirección de la economía del país, sin embargo, no puede decirse que exista una evidencia contundente de un sentimiento de desconfianza hacia alguno de los candidatos. Los principales índices de las bolsas de valores mostraron un ascenso sostenido en el primer trimestre del año, que se atenúa en el segundo, para mantenerse estable de manera notable hasta la fecha de la elección.
En México, la Bolsa de Valores tiene el mismo comportamiento que los mercados de Estados Unidos; el único cambio de tendencia a lo largo del año ocurre tras el 8 de noviembre, cuando el índice Dow Jones se dispara, mientras el IPC tiene una caída de 4.6 por ciento en una sola jornada. Es quizá la única señal clara que reflejan los mercados financieros en relación con el proceso.
En cuanto al comportamiento del peso mexicano, a lo largo del año los acontecimientos internos que pueden impactar su paridad con el dólar son constantes que parece inapropiado atribuir a la campaña electoral estadounidense todos movimientos o la tendencia principal, en especial antes del 8 de noviembre.
El único movimiento que puede atribuirse de manera directa fue al cierre de agosto, cuando Donald Trump se entrevista con el presidente Peña Nieto; sin embargo, una semana después la moneda muestra haber recuperado su nivel, aunque éste fue efímero, puesto que tras la presentación del Paquete Económico de 2017 tiene su mayor pérdida, para alcanzar una cotización de 19.77.
Si en algo influyeron los debates electorales, podemos decir que tranquilizaron los ánimos y devolvieron fortaleza al peso, con lo que la moneda estadounidense bajó a 18.51 para finales de octubre. Esa confianza sólo duró hasta la jornada electoral, puesto que después, el dólar se disparó y el 11 de noviembre rompió la barrera de los 21 pesos.
Antes jornada electoral, los mercados parecieron estar atentos a otros factores y, sólo después, en Estados Unidos recibieron muy bien la noticia y muy mal en México.
La perspectiva desde México
Desde México las preferencias por los demócratas permearon todo el espectro visible. No sin razones, en México se divulgaron de manera insistente los fragmentos de los discursos del republicano en los que se hacía referencia de manera sesgada sobre los mexicanos migrantes. De igual manera se difundieron profusamente las noticias que hacía peligrar la honestidad del comportamiento de la candidata demócrata, que por lo general se entendieron como parte de una “guerra sucia” propia de la campaña. Las advertencias en relación con el Tratado de Libre Comercio fueron diversas y por momentos se entendió la intención de cancelarlo y otras de renegociarlo.
Se siguieron los debates en los cuales, si bien se apreció un mejor desempeño de Clinton en todos los casos, también se constató que Trump no salió mal librado de alguno de ellos. La percepción sobre los resultados de esos careos entre los ciudadanos estadounidenses no denotó grandes diferencias, como las que se apreciaron desde México.
En suma, en México la antipatía por Trump era generalizada y la esperanza de su derrota se acrecentaba conforme avanzó la campaña.
Protagonismo de Los Pinos
El gobierno mexicano adoptó un errático rol protagónico durante la campaña y lo ha refrendado tras la elección que le mereció críticas internas y externas, al grado de verse en la necesidad de sustituir a un secretario de Estado clave en el gabinete de Peña Nieto.
Quizá nervioso por los efectos de una posible deportación masiva de mexicanos y por el futuro de la relación comercial, cometió la imprudencia de invitar a Donald Trump a sostener un encuentro.
Tras su victoria, desde Los Pinos se han lanzado mensajes en defensa del tratado comercial, de una manera que pareciera que no hay en Estados Unidos quienes estén obteniendo beneficios de ese acuerdo y que estén dispuestos a hacer lo posible para se mantengan. Para nadie es desconocido que tendrían una posibilidad de éxito mayor que cualquier cosa que se haga desde México.
Sin embargo, el momento de la invitación por parte de Enrique Peña Nieto resultó clave en el proceso, porque ocurre cuando la campaña del republicano venía en un declive muy marcado y nada podía venirle mejor que un gobierno, de manera particular con el que mantiene una de las más importantes relaciones comerciales, lo considerara con posibilidades de convertirse en el triunfador.
Pese a que el gobierno mexicano insistió en que tenía el mismo interés en ambos candidatos, los argumentos resultaron poco creíbles, tanto que la candidata desairó la invitación y criticó severamente el encuentro de Peña Nieto con Trump en un mensaje de Twitter.
La mayoría de las encuestas reflejan que la campaña de Trump tras el encuentro adquirió una nueva vitalidad. Subió de 42 a 47 puntos, en la de ABC News/Washington Post; de 44 a 46, en la de Bloomberg; de 41 a 44, en la de CBS News/New York Times; de 43 a 49, en la de CNN/ORC; de 39 a 46, en la de Fox News, y de 46 a 50, en la de Gravis. Para Los Ángeles Times/USC se mantuvo en 44 puntos.
Al igual que otras señales, esto se pudo apreciar desde México con suficiente antelación como para sorprenderse cuando se conocieron los resultados.
Adiós a Hillary
La anterior relación no pretende ser exhaustiva sino sólo un recuento de aspectos que pudieron ser determinantes en el resultado de la elección en Estados Unidos, los cuales estuvieron a la vista no sólo en aquel país, sino también de quienes siguieron el proceso así fuera en redes sociales en México.
También da cuenta de cómo se despide Hillary Clinton de su segundo intento por convertirse en presidenta de Estados Unidos. Ahora fue vencida por una estrategia de campaña inadecuada, por el paso de los años que le están cobrando factura.
Se le vio con la capacidad para alcanzar, no sin dificultades la candidatura por su partido, pero no para entender las corrientes del sentimiento social, que ahora le ha dado la espalda en muchos estados que tradicionalmente fueron bastión de su partido.
No logró persuadir con su presencia ni su experiencia, porque su oferta política suele entenderse como una continuidad; porque no supo “vender” claramente los aspectos relevantes de su oferta.
En ello, quizá llevó a los estadounidenses a colgarse de un clavo ardiendo. Quizá no sólo a los estadounidenses. Para muchos, deja al mundo en vilo; en cambio, en Estados Unidos hay muchos sectores en los que se ha despertado una esperanza. Algunos de ellos, al amparo del discurso de Trump, se han empezado a expresar con reacciones xenófobas que podrán exacerbarse.
Lo cierto es que en algo si atendieron los estadounidenses a su Presidente. En la Convención Demócrata, Obama les pidió acudir a votar y lo hicieron, pero muchos de ellos optaron por Trump.