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Los trastornos de la alimentación, sin tratamiento adecuado, incapacitan a quienes los padecen y pueden conducirlos a la muerte. Campañas públicas y privadas se han lanzado para prevenir y tratar la obesidad. Muy poco se ha hecho contra las anorexias, las bulimias, el trastorno por atracón y el tane. Ni siquiera existen datos confiables de cuántas personas en México los padecen. Las pérdidas económicas no se han medido; pero un indicador alerta: las familias con un integrante que padece esta enfermedad pueden agotar todos sus ahorros
Puede iniciar por salud y estética. Son buenos hábitos: comer carnes magras, verduras, tomar agua simple aunque no se tenga sed y pasar 2 horas haciendo ejercicio. Reducir la ingesta de harinas y golosinas. Todo bien. La disciplina es la base para transformar la figura, reducir talla y prevenir enfermedades cardiacas y neurodegenerativas.
Pero es muy fácil, más de lo que generalmente se piensa, pasar de estos hábitos a otros más “estrictos” y luego a otros aún más restrictivos… y así sucesivamente.
Quien ha caído en un trastorno de la alimentación empieza a tenerle “miedo” a algunos de los grupos alimenticios. Deja fuera completamente de su dieta la carne roja, las tortillas, el pan y todo tipo de harinas: sólo consume pescado y semillas; de ahí puede pasar a comer sólo frutas y verduras… El paso para que ingiera exclusivamente aguas y jugos es casi inevitable. La persona padece anorexia restrictiva.
La explicación es de la nutricionista Citlali Gurrola, coordinadora del Área de Nutrición de Caminar Segura, un centro especializado en el tratamiento multidisciplinario de adicciones y trastornos de la alimentación enfocado a mujeres. No es el único tipo de anorexia.
El otro, purgativo, se manifiesta cuando el paciente consume alimentos en baja cantidad sin que necesariamente tenga algunos “prohibidos”, pero se purga, “ya sea con ejercicio en exceso, laxantes, diuréticos o con cualquier otro producto que le haga bajar de peso: pastillas, tratamientos, acupuntura, masajes”, explica Gurrola.
También existe la bulimia, en sus variantes restrictiva y purgativa; el trastorno por atracón y el trastorno alimenticio no especificado (tane). Y otras variantes de las mismas.
La doctora en sicología Claudia Unikel Santocini, investigadora adscrita al Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente, es especialista en trastornos de la conducta alimentaria. Señala que quien padece bulimia tiene un perfil distinto al de quien padece la anorexia.
Generalmente la persona cuenta con sobrepeso, o, incluso, tienen un peso normal. Intenta dejar de comer; se restringe lo más que puede, y al final termina comiendo en exceso. Lo que sigue es que se siente culpable y vomita o se purga con lo que se le ocurra. Se siente aliviada por un momento porque considera que ya no va a engordar. Enseguida se siente culpable y comienza a minar su autoestima. Ha caído en un ciclo que estará repitiendo con mayor intensidad cada vez.
Unikel explica que una persona que padece el trastorno por atracón se caracteriza por comer compulsivamente y en exceso durante un corto periodo de tiempo. Y, a diferencia de la bulimia o de la anorexia purgativa, no hay compensaciones. “Lo que ocurre es que va subiendo de peso. Por eso se liga mucho el trastorno por atracón con la obesidad, aunque no necesariamente quienes padecen obesidad también padecen trastorno por atracón”.
En general, todos los trastornos de la conducta alimentaria son –a decir de la nutricionista Citlali Gurrola– “desviaciones de los hábitos saludables de la alimentación”.
Causas
A decir de las especialistas, las causas de los trastornos de la alimentación son multifactoriales. Es decir, no hay una sola causa principal que detone el desarrollo de la enfermedad. Puede ocurrirle a cualquier persona de cualquier estrato económico, situación social, género y de cualquier edad.
Quienes generalmente llegan a recibir atención son las personas de clases media alta y alta; pero eso no quiere decir que las capas bajas de la población no los padezcan. Sucede que muchas de las personas de escasos recursos económicos que padecen algún trastorno de la alimentación viven con el mal por muchos años, sin tratamiento alguno y sin siquiera haber sido diagnosticadas.
La doctora Claudia Unikel señala, en primer lugar, a “la presión sociocultural”. Y no sólo son los medios de comunicación, que difunden un patrón de “belleza” con cuerpos extremadamente delgados: “también está en la familia, en los compañeros de la escuela o del trabajo. Esa presión sociocultural está en todas partes. Nadie se salva de eso”.
Quienes desarrollan algunas de estas enfermedades es porque cuentan con otras características de orden biológico, sicológico y social.
“Cuenta mucho si provengo de una familia en la que se le da mucha importancia al aspecto físico, a hacer ejercicio o a estar delgado; y aparte voy en una escuela en donde todo mundo se está comparando y me critican por ser el gordito. Y además yo tengo características individuales como ser perfeccionista, por ejemplo… No es que todos van a desarrollar la enfermedad, sino a la persona que se encuentra en la situación más vulnerable”, explica Unikel.
Aunque cualquier persona puede desarrollar algunos de estos tipos de enfermedad, sí se han identificado las características de las más vulnerables: sexo femenino, adolescente, susceptible a seguir los estereotipos de belleza, presión familiar y social y sensibilidad emocional.
La nutricionista Citlali Gurrola señala que “se da más en mujeres”, pero no de manera exclusiva. Inclusive en los últimos años se observado que se ha incrementado la incidencia en hombres. “El sector, en su inicio, lo estamos detectando en la adolescencia; pero también hemos visto en niñas de 10 años 11 años. Son los primeros focos. Alertar desde ahí, cuando empezamos a ver que el niño o la niña ya empiezan a dejar de alimentarse, empiezan a tener muchos problemas con su imagen, los comentarios. Es el grupo más vulnerable actual que hay: la etapa de la adolescencia, donde hay más inconformidad con tu cuerpo”.
Consecuencias
Las personas que padecen alguno a algunos de los trastornos de la alimentación y que no cuentan con tratamiento alguno sufren, al mismo tiempo y como consecuencia: aislamiento, soledad, desarrollo de otras enfermedades gástricas, depresión, baja productividad, desempleo, pérdidas económicas y la muerte.
La enfermedad trastoca desde el inicio la vida social y familiar. Incluso los primeros problemas con madres, padres y amigos comienzan con la supuesta dieta a la que se somete el enfermo. La terapeuta en adicciones Carmen Piña, directora Clínica del Centro Caminar Segura señala que “el estigma empieza con las dietas. Era normal. Es que no comía. Se le iba el hambre. Es que tenía cosas que hacer. Es que ella me decía que comía. Yo le creía lo que ella me decía…”
Agrega que las pacientes generan “rituales de mentir: hemos atendido pacientes que se ponen pesas en los tobillos y ropa grande cada que van con la nutrióloga para que no se den cuenta que tienen peso bajo. Son puros rituales. Son puras mentiras. Entonces la familia se encuentra con eso también: no sé en qué momento perdí a mi hija, que me empezó a mentir. Es una enfermedad de mentiras”.
Lo que sigue, si no se atiende adecuadamente, es ausentarse de las reuniones sociales y familiares, truncar estudios o desarrollo profesional, perder el trabajo, aislarse. Y morir.
México
Entre los especialistas que tratan los trastornos de la alimentación se sabe que el problema está presente en México y afecta a todos los sectores económicos y sociales. Sin embargo, esta realidad no se ha reflejado aún en las políticas de salud pública. Muy pocos hospitales o clínicas (públicas y privadas) cuentan con el personal calificado para diagnosticar y tratar estas enfermedades.
Más difícil aún encontrar centros y hospitales que realicen investigación científica al respecto. Al parecer, sólo el Instituto Nacional de Psiquiatría –dependiente de la Secretaría de Salud federal– y la Universidad Nacional Autónoma de México –a través de sus facultades de Estudios Superiores y de Medicina– realiza de manera permanente investigación científica al respecto.
En México no se han desarrollado aún los estudios que indiquen la incidencia de estas enfermedades en todo el país. Se han aplicado algunas encuestas parciales en las que se llegan a ver reflejados los casos de padecimiento de trastornos de la alimentación.
La situación contrasta con la atención que se ha procurado al tratamiento de la obesidad. En efecto, el sobrepeso y la obesidad fueron detectados como una epidemia que, incluso, era parte de uno de los riesgos a la seguridad nacional de México. Por ello se ha desarrollado una campaña para combatirla: promoción de la actividad física, mejorar la calidad de la alimentación y asistir frecuentemente a revisiones médicas.
Hasta ahora, los trastornos de la alimentación no han generado la preocupación suficiente en los responsables de las políticas de salud. Pero el fenómeno sigue silenciosamente creciendo. Para las especialistas, es necesario que cuanto antes se desarrollen, al menos, campañas informativas de prevención.
En México no se han llevado estudios directamente enfocados a detectar dichas manifestaciones conductuales en todo el territorio. Sin embargo, se cuenta ya con hallazgos en muestras representativas de estudiantes de entre 14 y 24 años de edad del estado de Morelos que han indicado que 1.1 por ciento de hombres y 5 por ciento de mujeres refieren dichas conductas. Aún más preocupante es lo que se detectó en la Ciudad de México, donde 3.4 por ciento de varones y 9.6 por ciento de mujeres señalan que han desarrollado tales enfermedades. Los datos son de 2008, recopilados por Esther Casanueva, en su informe Nutriología Médica, editado por Médica Panamericana.
Tratamiento
Enfrentar alguno o algunos de los trastornos de la alimentación requiere de la concurrencia de especialistas de varias ramas del conocimiento humano: siquiatría, sicología, nutrición, medicina y del apoyo de las familias de los pacientes.
En el Instituto Nacional de Psiquiatría sólo se internan a quienes sufren de trastornos de la alimentación cuando su vida está en riesgo inminente por desnutrición o porque se han provocado daños severos a otros órganos del cuerpo del paciente.
Las especialistas consultadas coinciden en que las personas con alguno o algunos de los trastornos de la alimentación requieren de evaluación médica al menos una vez a la semana, programa de nutrición especializado con revisiones semanales, consulta siquiátrica al menos una vez a la semana, terapia sicológica dos veces por semana. Es decir, los pacientes deben pasar gran parte de su tiempo yendo y viniendo a consultorios u hospitales. Muchas veces terminan por faltar a algunas de las citas.
En el sector privado generalmente se atiende el problema de manera semejante al modelo de los públicos: con consultas externas, a menos que el paciente esté en peligro de muerte y por ello deba ser internado. Empiezan a aparecer algunos centros especializados que ofrecen un tratamiento integral en un mismo sitio. Uno de ellos es Caminar Segura.
“Ésta es una enfermedad para toda la vida”, señala Carmen Piña. Con ella van a vivir los pacientes por siempre; pero pueden hacer una vida normal. Lo importante no sólo es ganar peso de nueva cuenta, sino hacer una “conciencia de la enfermedad”.
La terapeuta con 13 años de experiencia tratando adicciones señala que durante el primer mes de tratamiento se deben enfocar a que el paciente empiece a comer. “El cerebro también necesita alimentación; el cuerpo necesita alimentarse adecuadamente para tener esa fuerza. Es todo un mes para poder darle alimentación. Ya que cuenta con mejor pensamiento, más fuerza y se puede concentrar, empezamos todo el proceso terapéutico”.
Carmen Piña explica que se debe trabajar con la imagen, la distorsión de la misma, la evaluación siquiátrica, médica, nutricional y sicológica. Por ello, los tratamientos resultan caros y generalmente están al alcance de las clases medias y altas. Las de bajo ingreso muchas veces ni siquiera son diagnosticadas.
Mientras más rápido se detecten estas enfermedades, mejor recuperación podrán tener quienes las padecen. Es importante que se reconcilien con la comida, pues ésta la encontrarán en todas partes y en todas las celebraciones y acontecimientos sociales.