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Por Sergio Roldán*
A pesar del gran trabajo que organismos nacionales e internacionales realizan para fomentar hábitos y actitudes positivas para el cuidado del medio ambiente, aún existe mucho camino por recorrer.
Son constantes los intentos por concientizar a la población mundial sobre las acciones que afectan al Planeta, sin embargo, tan sólo en México, no sobrepasamos el 10 por ciento del reciclaje de residuos sólidos, el 40 por ciento de nuestros suelos tienen algún grado de degradación y hay más de 2 mil especies en riesgo de extinción.
Por ejemplo, en las últimas semanas han caído fuertes lluvias en la Ciudad de México, y el caos vial no se ha hecho esperar, presentando embotellamientos en las principales avenidas del Distrito Federal causados por la presencia de basura en las coladeras y desagües.
Es aquí donde me cuestiono, ¿por qué seguimos como ciudadanos tirando residuos en las calles, conociendo de antemano los efectos negativos que tiene para todos? Como dato curioso, Protección Civil del Distrito Federal asegura que el 50 por ciento de las inundaciones y encharcamientos en la ciudad se deben a basura en la vía pública.
Este es un ejemplo muy sencillo y simple de como una acción cotidiana puede traer conflictos más amplios. Pero, los problemas ambientales van más allá, tiene implicaciones económicas, sociales e incluso sanitarias.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) aún existen en el Mundo 738 millones de personas sin acceso al agua potable de calidad. Esta información se interpreta como 738 millones de personas en situación de pobreza y vulnerables a enfermedades.
Para avanzar en la lucha por mitigar la crisis ambiental, se necesita trabajar en 4 ejes primordiales:
Producción: Generar bienes y servicios cuyo proceso de creación sea lo menos dañinos al medio ambiente.
Tecnología: Buscar nuevos procesos y alternativas que ayuden a la construcción de una nueva industria limpia y eficiente.
Población: Desde promover la participación ciudadana en el uso racional del agua, electricidad, gas, evitar el consumo desmedido y optar por productos más amigables con el ambiente. Tanto como controlar la distribución de población para evitar el asentamiento en zonas de peligro.
Educación y comunicación: Estos dos últimos son elementos fundamentales para la creación de una cultura ambiental, que ayude a alcanzar metas y a su vez crear valores donde la sociedad esté comprometida con la búsqueda de alternativas y evitar el daño los recursos y al ambiente.
Desde mi opinión profesional como comunicóloga, el objetivo de ambas disciplinas unidas es compartir el conocimiento sobre los recursos naturales, los problemas que existen y las acciones que las actividades humanas tienen el ambiente.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) entiende a la educación ambiental como un proceso que consiste en reconocer valores y clasificar conceptos con objeto de aumentar las actitudes necesarias para comprender y apreciar las interrelaciones entre el ser humano, su cultura y su medio físico. Implica la práctica en la toma de decisiones respecto a las cuestiones relacionadas al Planeta.
Con ello puede entenderse que la educación ambiental es un proceso que tendrá como objetivo proporcionar conocimientos, reconociendo conceptos básicos sobre el medio ambiente y la relación del ser humano con el mismo que, a su vez, implementará habilidades para solucionar problemas.
Esto es último es una necesidad inmediata, requerimos en calidad de urgencia, contar con la capacidad de resolver los conflictos mundiales, desarrollar la tecnología que hace falta para reducir el consumo exorbitante de recursos naturales, encontrar respuestas científicas a los conflictos salubres y alcanzar la equidad social.
Sin embargo, los objetivos a lograr en la agenda internacional sobre educación ambiental, son un tanto ambiciosos si sólo se considera a la educación formal (la que se desarrolla en aulas y constituye un sistema pedagógico especializado), es importante relacionarse con otras ramas y disciplinas para lograr que la información y los conocimientos lleguen a más lugares y sea más efectiva. Es por ello que la educación y la comunicación profesional conforman una alianza benéfica para lograr una cultura que esté encaminada al desarrollo sustentable.
Propongo así una impulsar la labor denominada comunicación educativa donde la educación y comunicación tienen que conjuntarse para obtener mejores resultados.
La comunicación contribuirá a la promoción de la cultura ambiental a través de crear estrategias creativas que sirvan para informar, concientizar y, a su vez, motivar a ser parte de la solución.
Trabajará como un instrumento que vaya desde emitir información, despejar dudas, aclarar confusiones, hasta concientizar, fomentar la participación y motivación en la sociedad. Pondrá al servicio de la educación, los medios masivos clásicos como la televisión, radio y periódicos, así como las nuevas herramientas que el internet y las tecnologías de la información nos ofrecen, entre ellas redes sociales, comunicación directa y aplicaciones móviles.
No es una idea utópica y soñadora de una servidora, es adaptación, es utilizar las estrategias y herramientas que persuaden a millones de personas en campañas publicitarias y propagandas a difundir conceptos y habilidades necesarias para enfrentar los problemas que nos atañen a todos los seres vivos del Planeta.
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