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Por Claudia Villegas Cárdenas*
La tecnología aplicada a las telecomunicaciones transformó el rostro de la competencia. En Estados Unidos, uno de los mercados más maduros en este sector, se generan las nuevas tendencias que están cobrando un gran impacto en México. En ese mercado, además, también se discuten los grandes paradigmas de la regulación de un sector en constante transformación.
Durante más de 1 década, la discusión legislativa, en la sociedad y en la academia, para contar con una nueva Ley Federal de Telecomunicaciones, incluyó complejos términos y escenarios que los expertos en la materia avizoraban como estratégicos para acelerar la competencia. De contar con un jugador dominante en telefonía fija desde hace casi 3 décadas, el mercado mexicano hoy no sólo tiene empresas que compiten por este servicio, sino empresas que ingresaron a la pelea por los servicios de transferencia de datos y video a través de internet. Las televisoras se transformaron en compañías de telecomunicaciones y las telefónicas aún esperan la anuencia de las autoridades para ofrecer servicios de video para transformarse en televisoras. Es la convergencia de servicios; el llamado Triple Play; el Cuádruple Play y la neutralidad de la red para que ingresen los nuevos competidores.
Los Over the Top Contents (OTT), como Netflix o Clarovideo, se transformaron en una especie de caballos de Troya que necesitan a los operadores de redes para llegar a los consumidores, pero que, paradójicamente, compiten con ellos.
Menores tarifas, acceso a las nuevas tecnologías y un servicio eficiente debería ser el resultado de esta regulación. Las autoridades, por lo tanto, enfrentan un doble reto: velar por los intereses de los consumidores incentivando la competencia e impulsar el crecimiento de las empresas que generan mejores coberturas de las redes para que ofrezcan un mejor servicio.
Sin embargo, frenar los abusos y contener la dominancia son dos temas que mantienen ocupados a los reguladores. El Instituto Federal de Telecomunicaciones enfrenta grandes desafíos en su tarea como regulador.
Ahora, además, la tecnología –como sucede en el caso del mercado de transporte privado de personas y el surgimiento de compañías como Uber– impone nuevas realidades: los usuarios se benefician del acceso a un producto o un servicio gracias a los nuevos medios para hacerlo llegar.
Las autoridades deben regular, sí, pero en su justa medida; ahora el equilibrio de normas y obligaciones de los jugadores en el ecosistema resulta clave para el consumidor. La Comisión Federal de Competencia Económica–que por cierto no se ocupa de asuntos de telecomunicaciones– encontró en el caso de Uber la compañía que a través de la tecnología renovó las reglas del mercado de transporte de personas, un ejemplo magnífico sobre los equilibrios regulatorios que no pretenden cuidar los mercados de los competidores sino ofrecer nuevas opciones para el consumidor. La Cofece recomendó que los servicios de transporte vía aplicaciones móviles como Uber y Cabify se reconocieran como una nueva categoría o modalidad de transporte que mejora las condiciones del mercado actual. En las telecomunicaciones sucede algo parecido: servicios como Netflix transformaron la competencia gracias a la tecnología y necesitan operadores de redes eficientes para llegar a sus clientes; necesitan competencia que desafíe los acuerdos corporativos en un sector emergente pero con gran potencial. América Móvil es dueño de Clarovideo, el gran competidor de Neflix. Teléfonos de México y América Móvil, siendo empresas dominantes, han privilegiado su cobertura a los segmentos más rentables. Los consumidores necesitan coberturas más equilibradas y los servicios de compañías como las empresas de televisión por cable que se transformaron en operadores de telecomunicaciones así como las de telefónicas que aspiran a compartir un segmento del mercado. Los números sobre las participaciones de mercado están cambiando. Las reglas cambian y la tecnología avanza.
*Directora General Revista Fortuna