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Efectivamente a veces pensamos que somos el loco que va en sentido contrario en el periférico, pues solemos pensar que la sociedad y la cultura en general parecen ir en retroceso. ¿Qué supone este ir en sentido contrario?, ¿el que el resto de las personas sostengan ideas, creencias y objetivos distintos?, ¿qué hace que nos mantengamos firmes en el rumbo contrario?, ¿qué garantía tenemos? No sería más sencillo dar la vuelta y seguir la ruta de la mayoría. ¿Hacia dónde van?, ¿es una cuestión ya cultural? ¿Conocemos a profundidad los signos de nuestros tiempos? ¿En sentido contrario de qué? Aparentemente de la ruta que nos hace más humanos, pues en lugar de que estemos preocupados por construir un mundo de personas cada vez se trata de un mundo más material basado en ideales sustentados por el econocentrismo.
Vivimos tiempos de transición, esta época histórica es una época de reflexión sobre todo aquello que en efecto fracasó de la anterior. Vivimos una modernidad líquida en palabras de Zygmund Bauman, o en la posmodernidad como se ha nombrado oficialmente por los historiadores. Se trata de un tiempo ciertamente desmotivado, desilusionado, época en la que la incertidumbre, la no planeación de un futuro y la espontaneidad han cobrado valor sustituyendo valores como la búsqueda de una vida profesional segura, un trabajo estable y la planeación. Sin embargo, hay valores como los materiales, lo que compra el dinero y éxito por ejemplo, que no se han cambiado. Parece paradójico, pero ahora se quiere tener mucho sin hacer mucho y aparecen los estilos de vida como los que hoy en día están teniendo auge, como el hecho de usar Internet para generar dinero desde el hogar.
Los jóvenes definitivamente tienen ya una concepción muy distinta de la que tenía o tiene la generación anterior acerca de los modelos de vida que quieren seguir. Hasta cierto punto la posmodernidad ha traído un estilo de vida caracterizado por un rechazo radical de la instrumentalización de la razón y sobre todo de la misma vida. Se trata de vivir afirmando lo vivido en cada momento, sin principios ni criterios fijos, con una alta estetización de la vida, rechazo al progreso, rechazo al desarrollo, una esperanza o promesa de emancipación, la ausencia de historia, la desaparición de la distancia, inmediatez, cero controles ideológicos, democratización del individualismo, pérdida de la autoridad, la apertura, la discontinuidad, la búsqueda del diseño, lo inestable, creatividad, placer, una cierta antimoral, un anticonstitucionalismo… Y todo lo anterior suena muy atractivo, muy seductor, pero ¿podremos construir un futuro con estos ideales?, ¿qué tipo de sociedad vamos a ser en unas décadas, en un par de generaciones? ¿Qué hace falta hoy en día para poder vislumbrar un futuro positivo?
Una estrategia que me perece hoy en día es viable es llevar a cabo un liderazgo con carácter, y no se trata solo de un liderazgo empresarial sino un liderazgo social, el cual pueda rescatar ciertos ideales de desarrollo más que de progreso y que pueda restituir un cierto tipo de moral, al menos la moral que nos hace buscar la felicidad y actuar conforme a ello. El liderazgo con carácter requiere y exige que seamos conocedores expertos en estos signos que caracterizan nuestra sociedad, nuestra cultura. Ser líder implica generar cambios, evolucionar, prosperar, en otras palabras, ir en pro de la excelencia de las personas y de la sociedad. Lo que interesa es el bienser de todos para lograr el bienestar social. Un líder subraya primero a la gente, sin embargo, ¿el contexto actual en el que vivimos lo permite?
En la actualidad se habla mucho de liderazgo, hasta es una palabra de moda, aunque curiosamente lo moderno es lo que está en decadencia. Existen diferentes tipos de liderazgo como son el autoritario, complaciente, por conveniencia, independiente, comprometido, burocrático, carismático, democrático, “déjalo ser”, orientado a la persona, orientado a la tarea, por pacto, inspirador, sea cual sea el tipo de liderazgo que se ejerza, no puede haber un verdadero liderazgo si la persona no tiene un carácter forjado o carece de ejemplaridad. Lo difícil es que el temperamento de líder o la tendencia natural a ser líder no son suficientes. El estilo tal vez no es lo más importante sino en efecto reconocer la esencia del liderazgo, que a mi juicio se trata de llevar a cabo una tarea inspiradora, ejemplar, motivadora con sentido y dirección, a través de la cual nos esforzamos y llevamos a cabo acciones para ir en pro de la excelencia humana, además de llevar junto con uno mismo a un grupo de personas. Se trata de llevar a cabo para uno mismo y para los demás una trayectoria vectorial en la cual no hay límites ni techo.
Ser líder es una tarea que se tiene que aprender y experimentar, el primer paso es forjarse un carácter ad hoc, es decir, un carácter de verdadero líder. El carácter forja al líder, pero a la vez el líder se forja en el ejercicio del carácter al tomar decisiones, al actuar conforme a los fines, a través de las relaciones que establece. Lo anterior supone que ser líder realice una tarea intelectual volitiva, una tarea física y una tarea relacional y todo ello involucra además las emociones. Es interesante ver cómo es que el liderazgo supone un ejercicio integrador de la persona, es decir, el líder requiere poseer armonía y equilibrio en su vida personal, ello implica ser una persona con hábitos intelectuales, hábitos morales y hábitos psicológicos. Debe ser pensante, con criterio, con conocimiento, prudente, con una vida ética elevada, con aspiraciones al futuro, con sentido social, entendimiento de la autoridad y la legalidad, además de tener una serie de capacidades para sortear las relaciones de convivencia, las que implican sentimientos, emociones y socialización. El líder con carácter es apto en lo racional, lo moral, lo emocional y lo relacional.
Existen tres hábitos de liderazgo básicos que no pueden faltar en un líder: delimitar, concertar y saber instruir, sin estos hábitos difícilmente habrá éxito en la tarea. Sin embargo, todo hábito requiere de una fuerte convicción anterior que nos ayudará a guiar los esfuerzos en función de adquirir dichos hábitos, estas convicciones son las creencias que eventualmente se traducirán en actitudes. El líder con carácter posee cuatro creencias tan importantes como respirar: saber comunicar, saber dar ejemplo, saber exigir, saber corregir. Estas creencias eventualmente se transforman en actitudes, a medida en que la conducta se va practicando. Es decir, en el tiempo el líder es un excelente comunicador, un gran ejemplo, buen directivo y gran maestro.
*Directora de investigación y proyectos en el Buró de Ingeniería Humana en Desarrollo y Responsabilidad Social.
Twitter: @laruskhi