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Haydeé Moreyra*
Janet L. Yellen, economista por la Universidad de Brown, posee un doctorado en economía por la Universidad de Yale y está casada con George Akerlof, premio Nobel de Economía en 2001. Fungió como vicepresidenta del Comité de Gobernadores de la Reserva Federal (Fed); fue directora del Consejo de Asesores Económicos; y fue presidenta del Comité de Política Económica de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Pocos saben que Yellen advirtió sobre la crisis financiera que se avecinaba y que los mecanismos con los que contaba la Fed tenían un margen de maniobra limitado. Yellen, quien pareciera ser todo menos economista por su pausada, natural y clara forma de explicar los más complejos términos económicos, es considerada por muchos una presidenta poco convencional (ella misma ha admitido que suele pensar más allá de la “caja”).
Pero eso no es lo más destacado de la vida profesional de Yellen: el 3 de febrero de 2014 fue elegida como presidenta de la Reserva Federal en sustitución de Ben Bernanke. Es así que Yellen se convierte en la primera mujer en ocupar este cargo, pero también se convierte en la primera mujer en liderar un organismo en medio de momentos económicos turbulentos y complejos.
El Producto Interno Bruto (PIB) y el consumo privado en Estados Unidos han observado una marginal tasa de crecimiento de 1 por ciento promedio en los últimos 4 años; el mercado laboral sigue débil con una tasa de desempleo cercana al 7 por ciento (3.6 millones de personas económicamente activas reportan no tener empleo en las últimas 26 semanas), un nivel de salarios en franca desaceleración y una tasa de participación laboral en picada; la tasa de interés cercana a 0 por ciento; y una temerosa e incierta amenaza de deflación (muy por debajo de la tasa objetivo de 2 por ciento). Ciertamente, la economía estadunidense ha mostrado señales de mejoría, pero éstas han sido débiles, poco sólidas y en sectores muy particulares.
En la primera semana de febrero, Yellen asistió a su primera comparecencia frente al Comité de Servicios Financieros de la Casa de Representantes. Fue aquí donde se vertieron las primeras impresiones de lo que sería la visión de Yellen al frente de la Fed y que la distinguiría de sus antecesores. En otras palabras: “la era Yellen”.
Fue en esta comparecencia en donde le hicieron ver a Yellen la complejidad de los tiempos económicos que se viven y se subrayaron los retos que enfrenta al presidir este importante organismo: la complejidad de contar con un creciente balance financiero; la poca claridad en la rendición de cuentas; la cuestionada efectividad de la política monetaria (QE por sus siglas en inglés) no sólo en términos de la recuperación económica y del estímulo del crédito sino de su impacto en los mercados financieros. Hay quienes argumentan que el QE puede traer mayor crecimiento económico vía liquidez y crédito; otros advierten que puede provocar una inestabilidad en los mercados financieros; y otros más prevén una mayor tasa de inflación con el propósito de incentivar el consumo y la inversión hoy. En pocas palabras: es evidente que existe un momento de incertidumbre al interior y al exterior de la Fed.
En respuesta, Yellen dio a conocer lo que, a mi parecer, es su mayor preocupación: el mercado laboral, el mercado laboral y por último el mercado laboral. Si bien la presidenta de la Fed puso énfasis en temas “controversiales” como la terminación del estímulo monetario, la necesidad de una mayor regulación al sistema bancario y la supervisión a la banca para el otorgamiento de créditos, quedó claro que su mayor preocupación está en el débil desempeño del mercado laboral. Una preocupación poco atendida por sus predecesores y por otros gobernadores centrales que no tienen que vigilar por el crecimiento económico.
Actualmente, la política monetaria de la Fed está orientada a apoyar el crecimiento económico de Estados Unidos. El mecanismo, QE, pretende que con la compra de instrumentos financieros e inyección de liquidez al mercado, se pueda incentivar el crédito barato entre las familias y las empresas, y eventualmente retomar la senda de crecimiento y un nivel de pleno empleo. De ahí que la Fed esté inyectado constantemente liquidez al mercado y presionando la tasa de interés a un nivel cercano a cero. Pero la llamada “regla de Taylor ” no pareciera estar funcionando. De hecho, mientras que la tasa de interés está en niveles históricamente bajos y la liquidez sigue fluyendo de manera creciente en los mercados, el nivel de financiamiento, la tasa de crecimiento económico y el panorama en el mercado laboral siguen siendo precarios.
Yellen cree firmemente que sólo si la economía y el mercado laboral muestran señales sólidas de recuperación y si la tasa de inflación regresa al nivel objetivo, la Fed podría reducir el ritmo de compra de activos financieros. En diciembre, por ejemplo, ante un mejor panorama en el mercado laboral, la Fed redujo su compra de bonos del Tesoro de largo plazo de 45 mil millones de dólares mensuales a 40 mil millones. “Estoy comprometida en lograr ambas partes de nuestro mandato dual: ayudar a regresar a la economía al pleno empleo y a retomar la tasa de inflación al nivel de 2 por ciento”, advirtió.
Pero la Fed tiene otro tema pendiente por atender: la regulación del sistema financiero. En octubre, el organismo propuso una serie de reglamentaciones para fortalecer la posición de liquidez de las instituciones financieras llamadas Too Big To Fall (o demasiado grandes para quebrar). Normatividades como la regla Volcker o Dodd-Frank prohíben que los bancos operen de manera indiscriminada en instrumentos de cobertura que suelen ser riesgosos y utilizar para tal efecto, el dinero de sus depositantes. Pero Yellen pretende ir más allá; la Fed espera no sólo finiquitar el proceso de implementación de esas reglas sino elevar los estándares de apalancamiento financiero y de requerimiento de de deuda de los bancos.
No queda claro, ni siquiera para la Fed, hasta qué punto se tiene un diagnóstico atinado de las causas de estos problemas estructurales, de la efectividad de la política monetaria o de las consecuencias que ésta pueda traer. Lo cierto es que Yellen parece tener todo el perfil de un economista que piensa, reflexiona y analiza “fuera de la caja” para evaluar el problema desde distintas perspectivas. Una presidenta poco convencional es, quizás, lo que el mundo y la Fed de hoy requieren.
*M.A. Haydeé Moreyra García
Coordinadora Executive MBA-EGADE Business School