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Ignacio Montané*
Es lo más interesante que está sucediendo en el continente. La Alianza del Pacífico, un bloque de integración regional que incluye a Chile, Colombia, México y Perú, ha logrado levantar miradas atentas alrededor del mundo, varias de las cuales veían con duda al nuevo bloque dada la costumbre latinoamericana de formar asociaciones que tienen muchos deseos, pero pocos resultados.
Vigorosa y pragmática, hasta ahora la Alianza se ha caracterizado por no tener manos atadas por ideologías o dogmas, sino la camisa arremangada haciendo lo que se debe hacer para integrar a sus miembros entre sí y con el mundo. La cancelación de visas a la migración entre sus miembros va de la mano con la de aranceles y las restricciones a la inversión. El contraste con el Mercado Común del Sur (Mercosur), el otro gran bloque latinoamericano –algo más proteccionista y sobre todo más politizado– se ha hecho evidente.
La Alianza ya sobrevivió su primera gran prueba: el presidente peruano Ollanta Humala, un izquierdista pragmático, la ha acogido en su gobierno. Ello era especialmente importante dado que la Alianza nació por la iniciativa de Alan García, su antecesor y rival político. A diferencia de cuando Humala ascendió al poder y no se sabía qué haría con la participación de Perú en el bloque –su retiro hubiera sido un temprano y duro golpe–, ahora hay cierta certidumbre de que los mandatarios actuales de los países participantes, así como los candidatos potenciales a serlo, continuarán con el proyecto.
Como en todo bloque en formación y desarrollo, el nivel de integración entre sus miembros varía en diferentes áreas, lo que depende, por ejemplo, de los tratados que existían antes de iniciar la Alianza. Cuando se dan este tipo de esfuerzos, la relación que ya existía entre cada uno de sus miembros son elementos a ir ajustando al nuevo marco regional integrado, lo que suele ser un proceso largo y algo tortuoso. En México destaca un área donde nos hemos quedado detrás, la bolsa de valores.
El Mercado Integrado Latinoamericano (Mila) nació en 2010 con la integración de las bolsas de Chile, Perú y Colombia para que un participante en cualquiera de ellas pueda acceder a las otras de manera directa, en un esfuerzo de darle mayor presencia al mercado de valores integrado, profundizando las fuentes de capital para las empresas y las opciones para los inversionistas. Esto no le vendría nada mal al mercado de valores mexicano, por supuesto, a lo que viene la pregunta obvia: ¿por qué no nos hemos unido?
Se podría argumentar que por la necesidad de homologar la regulación bursátil mexicana con la del Mila, la pregunta natural entonces sería, siendo que eso fue exactamente lo que hicieron los otros tres países años atrás, ¿qué estamos esperando? Otra razón podría ser alguna que sugiriera que nuestra bolsa no lo necesita del todo, argumento especialmente débil siendo, por ejemplo, que la Bolsa Mexicana de Valores tiene una cantidad de emisoras listadas menor que la Bolsa de Comercio de Santiago, la bolsa más grande en Chile, aun cuando la población y economía de México es cinco veces mayor.
Tanto a las empresas mexicanas, como a los inversionistas, les vendría bastante bien la posibilidad de acceder fácilmente a un mercado integrado, más profundo y completo. Un Mila que contara con las bolsas de los cuatro países de la Alianza podría ser un importante jugador a nivel global, atrayendo mayores inversiones dada la creación de una masa crítica en volumen de transacciones bursátiles, así como ayudando a extender una mayor cultura bursátil que pudiera contribuir a elevar la participación de la población en las acciones de las empresas en bolsa, la cual históricamente es muy baja en la región, sobre todo cuando se le compara con la de países anglosajones.
La integración de nuestra bolsa al Mila ya está sobre la mesa de las autoridades regulatorias y de la Bolsa, a invitación expresa de los demás países integrantes de la Alianza. Es de las partes mexicanas de quienes depende finalmente se lleve a cabo el esfuerzo necesario para homologar las normativas necesarias. Sin embargo, siempre existe el peligro de la complacencia y de mantener el estatus actual a pesar de las claras oportunidades hacia delante, a lo que habrá que ir observando los avances –o la ausencia de ellos– en los meses por venir.
Dentro de la Alianza, en cuanto a la integración a un mercado de valores que en su conjunto podría representar una importante herramienta tanto para inversionistas como para las empresas, la oportunidad está a nuestra disposición. Está en manos de las autoridades financieras aprovecharla.
*Ignacio Montané, CFA, se especializa en capital de inversión y planeación patrimonial