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Al cierre de este 2013, se confirmará que el primer año de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto fue un periodo de inercia y estancamiento. El crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) no será superior al 1.3 por ciento, de acuerdo con las estimaciones de analistas privados. ¿La razón? El subejercicio, las decisiones políticas, la escasa dinámica de la industria manufacturera, pero sobre todo el desencuentro de dos gestiones de fuerzas políticas que hicieron de la transición de regímenes un tortuoso camino que dejó en medio a millones de trabajadores y a miles de empresas.
Mientras tanto, el presidente Enrique Peña Nieto enlazó su gobierno al Pacto por México, al acuerdo entre las fuerzas políticas con un sólo objetivo: la aprobación de reformas estructurales que necesita el país para remontar las mediocres tasas de crecimiento registradas por la economía en los últimos 20 años.
Se trata, sin embargo, de procesos complejos y no sólo de batallas políticas y legislativas. Sin duda, la reforma educativa que incluyó modificaciones constitucionales –como en todos los casos de los cambios propuestos por Peña Nieto– resulta trascendental para el cambio cuántico que necesita la economía nacional. Sólo mediante la educación y un modelo de vinculación con el sector productivo, México abandonará la lista de países que aún dependen de actividades primarias y secundarias y que, bajo las actuales condiciones, difícilmente ingresará a la era del conocimiento.
La escasa educación que reciben jóvenes y niños, dice el doctor Ruy Pérez Tamayo, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, los coloca en un grave riesgo que involucra hasta temas de salud porque desde el núcleo familiar no se da prioridad a los grandes retos. Se ve mucha televisión, se consulta Internet, pero no para adquirir conocimiento sino para generar distractores; no se estudia lo suficiente; se ingiere comida chatarra y, al final, la población de niños y jóvenes simplemente queda expuesta a la competencia del crimen organizado que ofrece soluciones de corto plazo.
No es ese el México que necesitamos, y por eso las reformas estructurales son necesarias. La educativa, sin embargo, constituye una revolución de largo plazo. En países como Corea o Singapur sus políticos y líderes entendieron que no tenían otra opción ni otro recurso que ellos mismos. Fue entonces cuando iniciaron el cambio estructural que, después de varias generaciones, rindió frutos. En Corea y en Singapur invirtieron todo lo posible en educación; enviaron a profesores a países de Europa y al propio Estados Unidos para adquirir conocimiento. México, en cambio, es el país con menos estudiantes a ese país tan cercano. La distancia parece ideológica y cultural.
En fin, los tiempos no mienten y en términos prácticos, la reforma al sector de la energía representaría la única opción que, en el corto plazo, podría cambiar el destino de la economía mexicana. De aprobarse el esperado cambio constitucional al régimen de inversión en el sector petrolero, México registraría inversiones históricas dirigidas a exploración.
No importa, dicen los expertos, que no se encuentre petróleo en aguas profundas o yacimientos de gas como en el sur de Texas. Lo relevante, agregan, es que la ola expansiva comenzaría a generar empleos, expectativas y planes de ingresos en el mediano plazo. De aprobarse la reforma al sector de la energía, la economía podría crecer hasta 5 por ciento, nivel que sólo se alcanzó cuando se aplicaron recursos extraordinarios para salvar la crisis cambiara de 1994.
¿Se trata de una burbuja? Quizá y así han crecido las economías de Estados Unidos y de Europa. El reto es consolidar una onda expansiva y no sólo una burbuja, y que el beneficio se distribuya entre la población mediante una arquitectura del sector de la energía que proteja los recursos de la Nación y genere crecimiento porque, hasta ahora, la riqueza de Petróleos Mexicanos (Pemex) se pierde entre los poderes fácticos, la corrupción y la mala administración que la mantiene como una empresa productora de petróleo, pero no de productos con valor agregado.