Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 15 segundos
Haydeé Moreyra*
La visita del presidente de China Xi Jinping a México se ha interpretado como una oportunidad para estrechar alianzas estratégicas y fortalecer la agenda bilateral en materia comercial. Ambos países acordaron conformar un grupo de alto nivel empresarial para explorar y ampliar las oportunidades de inversión y establecer una unidad especializada en asuntos económicos. Pese a lo anterior, me inclino a pensar que la visita debe ser evaluada en su justa dimensión. Aún falta mucho por trabajar antes de que ambas naciones lleguen a una agenda comercial exitosa y productiva.
En mi opinión personal, queda claro el interés de China en México; no así el de México. Para probar mi punto es importante considerar algunos datos.
Más allá de que se descartó la posibilidad de firmar un tratado comercial entre México y China, la visita de Xi Jinping puso de manifiesto las grandes diferencias que existen en los intereses y objetivos comerciales, y lo lejos que está México de revertir la balanza comercial deficitaria. Durante la visita, México pactó con el gobierno de China la entrada de carne de credo y tequila por un monto de 1 mil millones de dólares.
En contraste, el Consejo para la Promoción del Comercio Internacional de China (CCPIT, por sus siglas en inglés), declaró estar interesado en que empresas trasnacionales chinas inviertan en México cerca de 500 mil millones de dólares en los próximos cinco años. Para darnos una idea de hacia qué sectores podrían dirigirse esas inversiones, consideremos que las empresas que estuvieron en la comitiva pertenecían a los sectores de telecomunicaciones, petroquímica, transporte y construcción.
Pero las diferencias en el comercio bilateral no sólo se dan en monto sino también en el tipo de bienes comercializados. Según datos del Centro de Estudios China-México, el déficit en balanza comercial de México con China ha pasado de 342 millones de dólares en 1993 a 46 mil 283 millones de dólares en 2011.
Mientras que México exporta a China minerales, cobre, materias primas y algunas manufacturas (maquinaria), China exporta a México bienes intermedios y de capital (electrónica, autopartes y telecomunicaciones) para manufactura de bienes, en su mayoría de exportación. En otras palabras, mientras que México centra su comercio bilateral en materias primas, China lo hace en bienes de valor agregado. Ni por monto ni por tipo de bien esperaríamos una reversión significativa en la balanza comercial si seguimos con este patrón.
No queda claro si la relación bilateral será en términos de socios estratégicos o de eternos competidores por el mismo mercado. Vale la pena cuestionárselo particularmente cuando revisamos la relación comercial entre ambos países. Por ejemplo, los principales clientes de China son Estados Unidos, Hong Kong, Japón, Corea y Alemania.
El panorama de las importaciones es muy simular pues tan sólo Japón, Corea y Taiwán representan casi el 50 por ciento de las importaciones en China mientras que México ni siquiera llega a representar el 1 por ciento. Por otro lado, los principales proveedores de Estados Unidos son China, Canadá y México; y a partir del 2002 China logró desplazar a México como el segundo importador más importante para Estados Unidos. En otras palabras, China y México no figuran en sus respectivas balanzas comerciales y, más bien, compiten por el mismo mercado.
Paradójicamente, América Latina –no México– ha mostrado en la última década una creciente participación en el comercio con China. De acuerdo con el Centro de Estudios de Asia Oriental, en el 2005 el número de proyectos chinos en esa región no alcanzaba ni los 50 pero a finales de 2010, cerca de 14 mil 132 proyectos chinos fueron registrados y 623 se ubicaron en esta región. Y a nivel país, encontramos una concentración de la Inversión Extranjera Directa (IED) china muy clara, siendo Brasil –y no México– el principal destino de la IED china proveniente de América Latina (34 por ciento).
El acercamiento comercial a China no es para menos dadas las transformaciones de la economía asiática desde la última parte del siglo XX: el fortalecimiento del mercado interno; el crecimiento en el crédito al sector privado; los avances en materia educativa y en desarrollo tecnológico; la migración del campo a las ciudades; y un creciente consumo (particularmente en alimentos y energéticos).
El plan del gobierno chino 2011-2015 prevé un crecimiento promedio del Producto Interno Bruto (PIB) de 7.5 por ciento; la creación de 45 millones de nuevos empleos urbanos y un aumento en la pensiones; la apuesta por productos y exportaciones de alto valor agregado y un aumento de la inversión en Investigación y Desarrollo de 1.75 por ciento a 2.2 por ciento como porcentaje del PIB.
Y es precisamente esta transformación –y la visión de un gobierno– lo que ha llevado a China a presentar una agenda comercial y de inversiones muy específica. En palabras del presidente Xi Jinping: “Tenemos que incrementar incesantemente las inversiones en áreas como la energía, los recursos naturales y la construcción de infraestructura. Cooperación en recursos energéticos limpios… focos de ahorro… hidroeléctrica, trenes de alta velocidad, la industria automotriz, la exploración de petróleo crudo, la perforación de pozos y las obras en campos petroleros…”
Para China queda claro cuáles son sus prioridades y sus mercados meta. Desafortunadamente para México, los esfuerzos para mejorar la relación bilateral parecen estar sujetas a las condiciones y objetivos de China y las buenas intenciones para revertir la balanza comercial deficitaria se quedan sólo en eso: en una buena intención. A mi juicio, México debe competir y convertirse en el socio estratégico de Norteamérica pero al mismo tiempo debe sacar provecho de su posición geográfica y competitiva a través de acuerdos como el Transpacífico. Así que vale la pena preguntarnos ante ese escenario, ¿Qué posición quiere jugar México?
*Haydeé Moreyra es coordinadora Executive MBA-EGADE Business School