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Haydee Moreyra
Los mandatarios de Chile, Colombia, Perú y México acordaron liberar el 90 por ciento de las partidas arancelarias. Entre los objetivos que persigue este acuerdo están el promover la integración entre países; convenir la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas; y ampliar horizontes diplomáticos, políticos, económicos y sociales.
¿Por qué surge este compromiso de libre comercio? Ciertamente es más por necesidad que por libre decisión entre las partes. Uno de los objetivos más importantes es que esta integración generará sinergias y abrirá la oportunidad para diversificar el comercio hacia mercados que representan un gran dinamismo económico: Asia. En el caso de México, las exportaciones hacia este continente han mostrado un crecimiento de 17.5 por ciento promedio anual en los últimos cinco años.
El acuerdo entre estos cuatro países tiene como antecedentes las negociaciones que se están llevando a cabo en el marco del Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica (mejor conocido como TPP, por sus siglas en inglés). El TPP es un tratado de libre comercio multilateral que tiene como objetivo liberalizar las economías de la región de Asia-Pacífico. En las negociaciones del TPP participan Australia, Brunei, Canadá, Chile, Estados Unidos, Malasia, México, Nueva Zelandia, Perú, Singapur y Vietnam. Entre sus objetivos están el aumentar las relaciones entre las partes a través de la liberalización del comercio y crear un mercado más amplio para las mercancías, los servicios y las inversiones destinadas a la región Asia-Pacífico.
Para entender la relevancia del acuerdo, vale la pena mencionar que los países miembros del TPP participan con 30 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, 15 por ciento de las exportaciones y 19 por ciento de las importaciones. El mercado en su conjunto representa más de 190 millones de potenciales consumidores (sin incluir Estados Unidos).
El acuerdo incluye temas de desarrollo de cadenas productivas, marco regulatorio, promoción del comercio e inversión, así como impulso a la incorporación de pequeñas y medianas empresas. Los integrantes del TPP han pactado para desarrollar reglas de origen comunes con el propósito de calificar a un bien como originario del bloque.
Para México, el TTP significa una oportunidad para diversificar el comercio no sólo en materia de exportaciones sino en el mercado de insumos. La diversificación se vuelve particularmente importante para un país que factura con el exterior 350 mil millones de dólares anuales, o 60 por ciento del PIB, pero 78 por ciento se dirige a Estados Unidos y sólo 48 empresas concentran 44 por ciento de las exportaciones.
Otra consecuencia inmediata del TPP es el crecimiento del comercio internacional en términos tanto cuantitativos como cualitativos; el acuerdo representaría importaciones para México por 800 mil millones de dólares y exportaciones por 180 mil millones de dólares en sectores como electrónica, automotriz, autopartes, acero, químico, perfumería y agropecuario. Pero también significa que México podría consolidar y extender su integración hacia temas poco atendidos tales como inversión, derechos laborales, medio ambiente y servicios.
Pero quizás una de las ventajas más importantes tiene que ver con mercado del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Los productos mexicanos podrían acumular su valor agregado con el de otras 10 economías, fortaleciendo la producción conjunta entre México y Estados Unidos destinada a terceros mercados. En otras palabras, México haría más competitiva la región de América del Norte por los menores costos de mano de obra y el valor agregado de productos con contenido nacional al tiempo que se acercaría a mercados de economías que presentan un fuerte crecimiento como China e India.
Si bien uno de los objetivos a largo plazo es consolidar la integración a partir de la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas, el acuerdo también representa una serie de retos que deben ser tomados en cuenta.
Es claro que con el acuerdo México enfrentaría una mayor competencia proveniente de Vietnam y Malasia en ciertos sectores como el textil, confección y calzado, e inclusive en la industria láctea para el caso de Australia y Nueva Zelandia. Otro inconveniente es que México tendría una participación acotada al no poder abrir ni opinar sobre los temas ya negociados (como el capítulo Pyme) y que no tiene autoridad de veto sobre el cierre de los capítulos restantes. Además, varios sectores han detectado “focos rojos” en materia de normatividad fitosanitaria para productos agropecuarios. Finalmente, varios países han manifestado su inconformidad ante la propuesta estadunidense de introducir fuertes medidas de protección a la propiedad intelectual: Las llamadas leyes ACTA (Anti-Counterfeiting Trade Agreement) y SOPA (Stop Online Piracy Act).
Entrar o no al TPP no es, a mi juicio, una opción. Más bien, obliga a México a atender temas que ha pospuesto por demasiado tiempo y me referiré concretamente a dos.
El primero de ellos tiene que ver con la exportación de bienes de alto valor agregado y llevar las exportaciones mexicanas hacia algo más que materia prima y maquila. Actualmente, sólo 34 por ciento de las manufacturas exportadas son de valor agregado. El contenido de valor agregado de los sectores donde somos altamente exportadores no se quedan atrás: Automóviles (36.9 por ciento), autopartes (26.7 por ciento), equipo de audio y video (13.5 por ciento) y computadoras (9 por ciento). El exportar productos de alto valor agregado no sólo significa pagar mejores sueldos y mejorar la calidad de exportaciones mexicanas, también podría ser una alternativa viable para evitar la “canibalización” de un mercado de materias primas proveniente de Asia y Sudamérica. El modelo de bajo costo, bajo el esquema del TPP, deja de ser una ventaja competitiva y se vuelve una competencia desmedida.
El segundo tema tiene que ver con el diseño de una política industrial acorde con las necesidades del país. Me refiero a buscar una integración vertical de las industrias de alto valor agregado; me refiero a facilitar el acceso al crédito para pequeñas y medianas empresas; me refiero a invertir en áreas estratégicas como capacitación, investigación y desarrollo. Y no hay que dejar de lado el tema obligado e inaplazable de inversión en comunicaciones y transporte.
El TPP ofrece un panorama ambicioso y lucrativo en materia de comercio, al lograr ampliar los horizontes diplomáticos, políticos, económicos y sociales de los países miembros. Pero el éxito de este proyecto mucho depende de los esfuerzos y proyectos que cada país (y la región en su conjunto) logren armonizar. El camino ya está trazado y sólo falta dar el primer paso.