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La crisis actual se caracteriza por la desindustrialización de muchos países, acelerada por la globalización comercial y por la desregulación financiera. Esto se observa en la importancia del sector financiero y en la intensificación de los vínculos comerciales entre algunas economías emergentes (América Latina y Asia).
La crisis de la deuda pública y las amenazas de estallido de la eurozona y del euro como moneda de reserva debilitan el sistema bancario. La búsqueda de liquidez en la prosecución de políticas contracíclicas es más estrecha hoy que en 2009.
El crecimiento económico no es siempre sinónimo de industrialización creciente. En los países avanzados, a excepción de Alemania, tiene lugar un proceso de desindustrialización, sobre todo desde el comienzo de los años 2000.
La desindustrialización no se limita a la pérdida del peso relativo de la industria en el Producto Interno Bruto (PIB) en beneficio de los servicios, sino que es causada por el avance de las deslocalizaciones de actividades industriales y servicios hacia economías emergentes y por la casi ausente política industrial por parte de los países en cuestión.
En los países receptores de industrias, los salarios son mucho más bajos, los derechos sociales casi inexistentes, y las exigencias respecto del cuidado del medio ambiente a menudo están ausentes o son más endebles; en suma, los beneficios son menos gravados.
Mientras los países asiáticos experimentan un fuerte proceso de industrialización, otros, especialmente en América Latina, se encaminan hacia una desindustrialización.
En Asia aumenta el peso de la industria en el PIB, el valor agregado de los bienes producidos crece y su grado de complejidad tecnológica también; en fin, el saldo de la balanza comercial de los productos industriales es ampliamente positivo.
En América Latina, por el contrario, el peso de la industria disminuye de manera relativa en numerosos países y el valor agregado de los bienes producidos baja, así como su complejidad tecnológica; en suma, el déficit comercial de la industria de transformación crece, de manera particular los bienes de contenido tecnológico medio y alto.
Destinadas cada vez más a las economías asiáticas, las exportaciones de materias primas –en absoluto producidas con tecnologías de punta– compensan los déficits de la industria de transformación, permiten lograr un saldo positivo de la balanza comercial y limitan el déficit de la balanza de cuenta corriente.
La excepción es México, donde son las transferencias monetarias de quienes han migrado a Estados Unidos las que reducen fuertemente las obligaciones externas.
¿Qué hacer entonces? Se requiere de una apertura controlada que transforme el tejido industrial y prepare al país para las mutaciones necesarias requeridas por la crisis. Si se permite a las fuerzas del mercado fijar los precios y orientar las inversiones, la probabilidad de que se tenga lugar un proceso de desindustrialización precoz es alta y debilita las capacidades de resistencia frente a las crisis.
* Víctor H. Palacio Muñoz es Profesor-investigador del CIESTAAM de la Universidad Autónoma Chapingo
(Artículo completo en la edición No. 119 de Fortuna, Negocios y Finanzas)