Tiempo de lectura aprox: 4 minutos, 30 segundos
La publicidad que se dirige a la niñez mexicana estaría incurriendo en violaciones a los derechos de los niños y a los códigos de publicidad para menores. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) reconoce que México ocupa el primer lugar mundial en obesidad infantil. Los empresarios que comercializan alimentos para este sector de la población se niegan a cambiar la publicidad y el etiquetado de sus productos por otros que ayudarían a revertir los malos hábitos alimenticios de los niños mexicanos.
De acuerdo con la Declaración de los Derechos del Niño, “el niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento”. Por ello, la publicidad que se dirige a los niños debe ser regulada y contar con los parámetros que aseguren la protección de los menores. Padecimientos como la obesidad infantil, en la cual México ocupa el primer lugar a nivel mundial, estarían trasgrediendo su derecho a la salud debido a malos hábitos alimenticios. Además, la falta de apego a las normas para una mejor publicidad y etiquetado que informe y prevenga el abusos en el consumo de ciertos productos se estarían dejando de lado.
El etiquetado de los alimentos para niños es un elemento que ayudaría a equilibrar la ingesta de grasas y azúcares. Sin embargo, aun cuando existen normas al respecto como el Código de Autorregulación de Publicidad de Alimentos y Bebidas no Alcohólicas Dirigidas al Público Infantil (Código PABI) los encargados de comercializar estos alimentos se mantienen al margen. De acuerdo con un estudio de Alejandro Calvillo Unna, director de la organización civil El Poder del Consumidor, y experto en temas de consumo y publicidad, las imágenes en el etiquetado de productos “se opone a cualquier propósito de orientación bien intencionada”. Un ejemplo común es el empleo predominante de imágenes de frutas en un producto que no las contiene o no las contiene en la proporción que el empaque sugiere.
El Instituto Nacional de Salud Pública y el Instituto Nacional de la Nutrición señalan: “Las ilustraciones deberán ser proporcionales al contenido real del producto en cuestión y no pueden generar confusión o expectativas falsas en el consumidor”. En la realidad, los jugos, néctares y alimentos con algún contenido natural tienden a emplear imágenes que exageren dicho contenido.
De la misma forma, la publicidad dirigida a menores debe cuidar que su mensaje provoque algún tipo de daño físico o emocional. Tal es el caso de aquellos que exageran los beneficios del producto o infieren que el consumo del mismo proporciona superioridad frente a otros niños. El Código PABI en su Artículo 8 cita: “La publicidad no debe desarrollar expectativas en el público infantil sobre el alimento o bebida no alcohólica, tales como imponer la noción de que la ingesta del mismo proporcione superioridad y su falta, inferioridad.”
Actualmente es difícil que los productores de estos alimentos integren a sus políticas parámetros de publicidad que contribuyan a un estilo de vida sano. Margarita Luna Ballina, miembro del Consejo Consultivo del Consumo de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), asegura que la forma de vender una marca es diferente. “Actualmente las marcas tienen fans” y tienen presencia importante en las redes. Durante 2010 en México, la inversión en publicidad masiva fue de 57 mil 156 millones de pesos y los medios de publicidad se siguen diversificando: no sólo es radio, televisión y medios impresos; internet y todas sus posibilidades captan inversiones del 5% anual, por encima de las inversiones en revistas impresas.
La responsabilidad del grado de obesidad que guarda la infancia mexicana recaería sobre el gobierno. A decir del director de El Poder del Consumidor, “hay una violación de omisión por parte del Estado, por no estar protegiendo a la infancia”. La violación radica en que los derechos de los niños a un desarrollo integral y salud estarían siendo vulnerados porque “es una publicidad que engaña y manipula y también porque es una publicidad que está generando malos hábitos alimentarios”.
En la Convención sobre los Derechos del Niño se especifica que los derechos de los niños se basan en cuatro principios fundamentales:
1. La no discriminación: todos los niños tienen los mismos derechos.
2. El interés superior del niño: cualquier decisión, ley, o política que pueda afectar a la infancia tiene que tener en cuenta qué es lo mejor para el niño;
3. El derecho a la vida, la supervivencia y el desarrollo: todos los niños y niñas tienen derecho a vivir y a tener un desarrollo adecuado;
4. La participación: los menores de edad tienen derecho a ser consultados sobre las situaciones que les afecten y a que sus opiniones sean tenidas en cuenta.
Al tener instituciones que se muestren laxas con las políticas de publicidad para menores, y que repercuten en su salud, no se estaría cuidando del desarrollo integral de la infancia.
A partir de algunas consideraciones de la Organización Mundial de la Salud, que advierte que la publicidad dirigida a menores se aprovecha de su credulidad e inexperiencia, la organización Consumers International presentó el informe Nuevos medios, viejos trucos, en marzo de 2009. El informe, en colaboración con International Obesity Taskforce, se centra en la publicidad que recientemente se ha empezado a hacer desde los portales de Internet. Hasta ese entonces, el 36% de los productos alimenticios para niños tenían una página de Internet para que interactúen y generen mayor filiación con la marca y sus personajes. Algunas de las demandas de estas organizaciones son que se regulen los horarios en los que se publicitan alimentos no saludables; prohibir la promoción de estos alimentos en escuelas; y prohibir el empleo de celebridades como imagen principal de estos productos.
A decir de la presidenta de la Comisión para la Niñez, la diputada María Joann Novoa, algunas empresas se han comprometido a reformular sus productos. La finalidad es que sus contenidos puedan adecuarse a los requerimientos calóricos de los niños. La diputada menciona que incluso se presentaron miniaturas de sus productos para venderse en las escuelas, pero sentencia que su responsabilidad como legisladora es vigilar que cumplan y seguir legislando en la materia. Sin embargo, para Alejandro Calvillo, una disminución de las porciones no sería suficiente si se tienen altas concentraciones de azúcar y grasa en los alimentos, habría que apegarse al plato del buen comer y a la jarra del buen beber.
Las medidas que podrían coadyuvar a la protección de los niños están a cargo de dos instancias, fundamentalmente: la Profeco tendría que trabajar más sobre la publicidad engañosa y la Secretaría de Salud sobre los valores alimenticios de los productos y el apego a ellos, señala Alejandro Calvillo.
La presidenta de la Comisión para la Niñez puntualiza que los pasos para revertir la situación serían “una educación desde el seno familiar, pilar de nuestra sociedad, y leyes que se cumplan”. Además sugiere que desde la familia y las escuelas se dote de mayores herramientas a los niños para que ellos mismos cuiden de su salud frente a la publicidad. La finalidad, asegura la diputada María Joann Novoa es que los niños “cuenten con valores firmes y criterios propios para que acorde a su madurez decidan en cualquier escenario en que se encuentren”.
Demandas de Consumers International e International Obesity Taskforce para proteger a los niños ante la publicidad de productos no saludables
- Prohibir la publicidad de alimentos no saludables entre las 06:00 y las 21:00, por radio y televisión.
- Prohibir la promoción de alimentos no saludables a través de medios nuevos (sitios web, sitios de redes sociales y mensajes de texto).
- Prohibir la promoción de alimentos no saludables en las escuelas.
- Prohibir la promoción de alimentos no saludables a través de regalos, juguetes o artículos de colección atractivos para los niños incluidos en los envases.
- Prohibir el uso de celebridades, personajes de dibujos animados, concursos o regalos en la promoción de alimentos no saludables.