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Luis Manuel C. Méjan*
La decisión de promover un concurso mercantil es delicada y requiere un buen razonamiento. Sobre todo, debe ser tomada con toda racionalidad, objetividad y frialdad. Es muy común en este tipo de decisiones que se involucren situaciones emocionales, tanto del lado del deudor como de sus acreedores. El recurrir a apoyos externos ayuda en ocasiones a mantener la neutralidad en los sentimientos.
Una asesoría contable es necesaria dado que la situación de encontrarse en concurso mercantil proviene de una situación meramente contable (35% de los pasivos totales vencidos por más de 30 días y activos líquidos menores al 80 % de la totalidad de los pasivos).
Una asesoría jurídica es también importante porque como se trata de un procedimiento judicial, por un lado, y de una situación extraordinaria, del otro, la orientación jurídica es vital. Por lo que toca al procedimiento será menester conocer la documentación que se debe anexar a la solicitud o demanda y la forma de llenar los requisitos que pide la Ley. Es decir se requiere una estructuración instrumental.
Donde la asesoría jurídica es fundamental es en la visualización de la situación extraordinaria: qué se va a pedir, qué es lo que va a suceder una vez iniciado el procedimiento, cómo se van a ver alteradas las relaciones jurídicas del que promueve, qué es lo que se pretende lograr desde el punto de vista jurídico, pensar ¿existe algún riesgo que deba evaluarse antes de promover?, qué escenarios pueden preverse y cuál va a ser la estrategia a seguir en cada uno de ellos.
Otra asesoría que es necesaria es la financiera. Recuérdese que el propósito fundamental del Concurso Mercantil es la maximización del valor de la empresa, ya sea para efectos de lograr una reorganización y mantener con vida y productiva a la empresa, ya sea para liquidarla y atender a los acreedores con el valor más alto posible.
Es necesario desde este punto de vista el tener muy claro qué es lo que se quiere. Si es un acreedor el que está tomando la decisión de promover a su deudor para que se declare en Concurso Mercantil debe reflexionar cuál es el resultado que piensa obtener. La lógica dice que todo acreedor lo que querrá es que se le pague íntegramente y hasta sus últimas consecuencias lo que le es debido, sin embargo hay que pensar que si esa expectativa fuese real y factible, no se estaría en la necesidad de promover un Concurso Mercantil. Por tanto, es menester buscar la “segunda mejor opción”: ¿qué es lo que razonablemente puedo obtener?, ¿hasta dónde estoy dispuesto a ceder y sacrificar?, ¿qué cosas no voy a aceptar de ninguna manera?, ¿qué alternativas puedo considerar?, etcétera.
En todos los casos se requerirá hacer un análisis financiero de su situación, pero éste es mucho más crítico si lo que busca es la reorganización y el mantenerse en operación. Muchas preguntas deben de ser contestadas al menos en principio: ¿Qué puedo esperar?, ¿Mis relaciones con los acreedores me permiten llegar a acuerdos razonables?, ¿Qué decisiones empresariales (reducir planta de personal, reducir líneas de producción, vender activos poco redituables o superfluos, etc.) debo de considerar?, ¿Estoy dispuesto a reducir mi participación en el capital y admitir nuevos socios o diluir mi participación?. ¿Estoy dispuesto a reducir o incluso retirarme de la administración de la empresa?, etcétera.
Lo fundamental en uno y en otro caso es si se puede encontrar un plan de negocios aceptable para deudor y acreedores, para ello la asesoría de un experto en materia financiera es crítica.
Lo que suele ser el óbice más claro en este panorama es el costo de dicha asesoría. En efecto, si se trata de un acreedor, ya no querrá “ponerle más dinero bueno al malo”; si se trata del deudor, precisamente su problema es la falta de liquidez como para distraer recursos en ello. Debe de buscarse una posición ponderada que medie entre los extremos bajo el concepto de costo-beneficio.
* Dr. En Derecho. Abogado y Académico experto en Derecho Concursal. Autor de “Concursos Mercantiles. Ayuda de Memoria” Editorial Oxford.