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Una preocupación constante de la industria nacional es que el mercado interno no repunta. En particular, Salomón Presburger, presidente de la Confederación de Cámaras Industriales de los Estados Unidos Mexicanos (CONCAMIN), ha señalado que debemos de fortalecer el mercado nacional y la actividad productiva a través de cambios estructurales para crecer más.
Sin duda, un factor que contribuiría a detonar dicho crecimiento y del que se habla poco es la necesidad de tener una mayor y mejor participación de la población femenina en México; un recurso humano aún subutilizado.
¿A qué me refiero? De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2010 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México las mujeres somos más -57 millones 481 mil 307 mujeres- que los hombres -54 millones 855 mil 231. Pero de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo también del INEGI mientras que 77.6% de los hombres trabajan sólo el 42.5% de las mujeres lo hacen.
¿Cómo explicarlo? La razón no está en la falta de capacitación o educación. De hecho, en México las niñas tienen acceso a la educación igual que los niños. Si vemos los años de escolaridad, la población femenina tiene un promedio de estudios de 9.7 años; por arriba del promedio de escolaridad para los hombres de 9.1 años y las niñas presentan tasas más elevadas de rendimiento académico.
Sin embargo, esta realidad no se ve reflejada cuando las mujeres llegan al mercado laboral. Resulta paradójico que en México no exista desigualdad alguna en el acceso a la educación primaria y secundaria pero que la desigualdad se dispare drásticamente en el mercado laboral. El Reporte 2010 del Índice Global de Brecha de Género desarrollado por el Foro Económico Mundial (WEF) que mide la desigualdad entre hombres y mujeres, ubicó a México en el lugar 110 entre 134 países en lo que se refiere a oportunidad económica.
Esta desigualdad tiene implicaciones para el crecimiento del mercado nacional por diversas razones.
Primero, los datos del INEGI nos revelan que México está desperdiciando un recurso humano capacitado pues sólo 4 de cada 10 mujeres en edad de trabajar lo hacen. Desde un punto de vista meramente económico, resulta muy preocupante que como sociedad estemos desaprovechando una inversión en un recurso humano que bien podría contribuir al crecimiento.
Segundo, al no participar en el mundo laboral las mujeres carecen de acceso a recursos económicos que podrían contribuir a darle mayor dinamismo al mercado interno. El INEGI encuentra que la participación de hombres y mujeres en el empleo en México aún muestra de manera muy marcada la tradicional división del trabajo, en donde las mujeres se dedican sobre todo al trabajo del hogar.
Tercero, en el lugar de trabajo las mujeres enfrentan condiciones de desigualdad tanto en movilidad ascendente como en salarios. Para las mujeres es muy difícil ocupar puestos más allá de los operativos. De hecho, las mujeres en puestos directivos son la excepción lo que no es exclusivo de México. La participación de mujeres directivas o gerentes generales apenas llega al 3% en las 100 empresas más grandes de América Latina.
Resulta alentador que las niñas en México se eduquen igual que los niños. Pero resulta muy preocupante que las mujeres enfrenten niveles tales de desigualdad en el mercado laboral que el país esté desperdiciando un recurso con talento y posibilidades de contribuir a desarrollar riqueza y bienestar para sus familias y sus comunidades. Una mayor participación de las mujeres en el mercado podría actuar como un poderoso detonador del crecimiento del mercado interno. Por ello en la agenda de competitividad y de cambio estructural el tema de equidad de género debería ya ser una prioridad.
*Directora de la consultoría LMMConsulting, Profesora del CIDE y Miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales.