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- Lo que se logró no es todo lo que se requiere. Pero es indudable que perfila mejores posibilidades para la COP 17 en Sudáfrica. Al ser sólo un avance, sus verdaderos alcances y beneficios están sujetos a lo que se concrete allí, y más adelante.
Jorge Lestrade Sadurní*
Con la mayoría de las apuestas en contra, abundancia de pronósticos desfavorables, dudas sobre las condiciones internacionales y las capacidades nacionales, la pasada COP 16 en Cancún si bien no puede considerarse un éxito total, al menos sí paso hacia adelante.
La falta de información respecto la Cumbre Mundial sobre el Cambio Climático en los medios a unas semanas de que iniciara en nuestro país, contrastaba con la cantidad de noticias que, medio año antes mostraban a Copenhague como el evento del siglo y auguraban milagros. Esa notoria diferencia mediática entre uno y otro, fortalecía los vaticinios nefastos para Cancún. Por duro que suene, el espíritu nacional suele ser receptivo al fracaso y, en este caso, existían argumentos: la renuencia de Japón a mantenerse dentro del protocolo de Kioto –que sigue sin tener sucesor– la imposibilidad de maniobra de Obama ante el dominio republicano y la desconfianza de China ante las propuestas de vigilancia y monitoreo de emisiones. Para complicar aún más las cosas, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Cuba asumían desde el inicio posturas frente a las cuales cualquier negociación era imposible.
Sin embargo, al paso de los días y, quizá gracias a factores como la modestia de las expectativas, la mesura de las promesas y la discreción en cuanto a los triunfalismos anticipados, propiciaron condiciones favorables, al menos para lograr un precedente constructivo.
A pesar de las diferencias respecto a los compromisos que están dispuestos a adquirir, se vio un general reconocimiento de la problemática y de la urgencia, y compromiso –aunque no vinculante– por reducir emisiones de Gases Efecto Invernadero (GEI) de manera considerable por parte de países desarrollados y emergentes.
El ánimo y el liderazgo que imprimió el gobierno mexicano fueron sin duda factores determinantes para los resultados obtenidos. Un triunfo para el multilateralismo ocurrido y liderado por México. Hoy se tiene al menos una agenda y un ánimo renovado hacia Durban.
Avances notables sobre el fondo verde, con recursos de los países desarrollados, para muchos insuficiente e indefinido en términos de distribución, pero ante el que hubo acuerdos; trasferencia de tecnologías limpias y para la adaptación al cambio climático; compromisos no vinculantes de alrededor de 80 países sobre reducción de emisiones, y fortalecimiento de los sistemas de monitoreo y verificación de emisiones.
Y en particular lo correspondiente al organismo REDD (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestal), un mecanismo para la creación de valor financiero para el carbono capturado y almacenado en bosques y selvas, así como la protección de los bosques. Se formaliza el REDD, que no sólo supone el control sobre 20% de las emisiones mundiales, sino la conservación de áreas naturales con el consecuente beneficio para la biodiversidad global.
Lo que se logró no es todo lo que se requiere. Es cierto. Pero es un avance indudable que perfila mejores posibilidades para la COP 17 en Sudáfrica. Evidentemente, al ser sólo un avance, sus verdaderos alcances y beneficios están sujetos a lo que se concrete allí, y más adelante.
Esto sucede en el ámbito de las naciones. Queda preguntarnos qué parte nos toca a los ciudadanos, cuáles son nuestras responsabilidades, revisar nuestros hábitos de consumo, e informarnos sobre cómo podemos contribuir a enfrentar el cambio climático.
*Director Editorial de la Revista Equilibrio, el proyecto de comunicación sobre medio ambiente y responsabilidad social más amplio y ambicioso de México y uno de los más completos de Latinoamérica. www.equilibrio.mx