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Oscar Howell
Los economistas han restado importancia a un error evidente. Dicen que nuestro paradigma social es la racionalidad y el interés propio, es decir, ganancia. Pero el interés propio no describe por completo la motivación social humana, así como tampoco lo hace la racionalidad económica. Son sólo modelos elegantes y simples. ¿Cómo explicar el altruismo, la colaboración y el privilegiar el interés del grupo? Descifrar el origen de la colaboración es clave para entender sistemas altamente efectivos. Las redes sociales, que han generado tanto interés, ayudan a comprender cómo operan los llamados sistemas de colaboración e inteligencia colectiva.
¿Y qué es la inteligencia colectiva? Se ha observado que grupos de luciérnagas exhiben un comportamiento extraño: logran encenderse y apagarse al unísono creando una ilusión de trabajo coordinado e inteligente. La capacidad de emitir información con señales sencillas (encendido, apagado) y sustancias químicas hace que el enjambre pueda exhibir inteligencia emergente. Lo mismo encontramos en hormigas, en robots de programación sencilla, en redes de telecomunicaciones y también en grupos de humanos, en especial dentro de las redes sociales en línea.
El biólogo Francisco Varela llamó a esta forma de colaboración “autopoiesis”, que significa la capacidad de autoproducirse. El organismo es el resultado de una coordinación a nivel celular, donde muchos individuos crean un todo independiente e ignorante de su origen. Existen comunidades de organismos que tienen la capacidad para unirse y coordinarse hacia una meta común, y de separarse y seguir su camino en otras condiciones: es el caso del slime mold (moho mucilaginoso). La colaboración temporal sucede también con metaorganismos sociales formados por humanos. De forma más rápida y clara en las redes sociales en línea, donde los lazos son menos fuertes, los números de miembros más grandes y el esquema de comunicación simbólico. Hay que observar Twitter y los hash-tags (el signo # seguido por el mensaje): son grupos de personas que se unen temporalmente alrededor de un código para luego separarse y buscar el siguiente grupo.
*En las redes sociales, los incentivos son no monetarios y se orientan a la cooperación y reputación. El esfuerzo que cada individuo dedica lo decide por su experiencia y tiempo disponible, y no en órdenes emanadas de una jerarquía rígida.
*Las jerarquías no serán eliminadas de las corporaciones y los mercados, pero perderán su control total en el trabajo diario, en la conversación con el mercado y en la innovación.
En fin, el comportamiento de enjambres que exhiben inteligencia colectiva y un sentido de objetivo grupal parecen eliminar a la razón como elemento determinante. ¿Pero aplica esto para grupos complejos de seres humanos (empresas, mercados)? ¿Grupos que se supone requieren gobierno, jerarquías, o precios para conseguir un objetivo común? ¿Y si fuera el caso, para efectos de una organización no es más costoso el modelo de enjambre? Estos temas son abordados en una entrevista con Yochai Benkler ?escritor y profesor de derecho empresarial en Harvard? en The Edge, con el título “The end of universal rationality”.
Benkler ha estudiado las redes sociales bajo el punto de vista de las motivaciones que mueven a sus integrantes a crear valor, y los esquemas de colaboración que se dan de forma espontánea. En los modelos de inteligencia colectiva, el interés propio toma un lugar secundario frente al interés del grupo. Los incentivos son no monetarios y se orientan a cooperación y reputación. El esfuerzo que cada individuo dedica lo decide por su experiencia y tiempo disponible, y ya no en órdenes emanadas de una jerarquía rígida. El trabajo es flexible pero altamente eficiente, pues cada elemento contribuye con lo que sus capacidades le permiten: maximiza su impacto y minimiza el tiempo dedicado. El resultado sorprendente es que estas organizaciones sin comando central logran ser altamente efectivas, y compiten y derrotan a sus contrapartes jerárquicas en actividades como el desarrollo de software, la creación de enciclopedias, el video en línea y la innovación. Sólo vean a Wikipedia o a Linux.
Las organizaciones deberán adaptarse a este nuevo paradigma. Pero ¿qué hacemos hoy día? Se prohíbe a los empleados usar y experimentar con redes sociales, es más, evitamos desarrollar redes sociales dentro de las empresas. Nos resistimos a los sistemas emergentes porque son anárquicos, atentan contra la línea de mando, eliminan el control y las motivaciones tradicionales para el trabajo. Pero es mejor adaptarse, abriendo la puerta a las redes sociales, confiando en el criterio de nuestros empleados, apalancando en donde se pueda este ambiente de colaboración que conecta ya no sólo a los “amigos”, sino también a clientes con clientes, a empresas con clientes y proveedores, a empresas con empresas. Las jerarquías no serán eliminadas de las corporaciones y los mercados, pero perderán su control total en el trabajo diario, en la conversación con el mercado y en la innovación.