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El anuncio del Presidente Calderón realizado durante su visita a Brasil en agosto pasado de negociar un TLC México-Brasil ha sido motivo de gran controversia y abierta oposición de parte de diversos sectores productivos en México. Líderes de cúpulas empresariales como Armando Paredes, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, han rechazado la negociación porque Brasil es una nación altamente proteccionista en tanto que Salomón Presburger, presidente de la Confederación Nacional de Cámaras Industriales, considera que el sector industrial mexicano se vería seriamente afectado.
Dra. Luz María de la Mora Sánchez
Directora de LMM Consulting
¿Realmente sería éste el caso? Conviene analizar un poco los números para tratar de entender esta posición. México y Brasil son las dos economías más grandes en América Latina representando alrededor de 2/3 del PIB y de los consumidores de la región. También son los principales actores regionales en el comercio internacional. México es el primer exportador (33%) en América Latina y el 10° a nivel mundial, mientras que Brasil ocupa el segundo (22%) y 16°, respectivamente. Claramente, México lleva la delantera comercial frente a Brasil.
México y Brasil no han logrado desarrollar una relación comercial que refleje sus posiciones relativas en el comercio mundial y regional. El comercio bilateral hoy no supera 1% de su respectivo comercio total. Datos de la Secretaría de Economía revelan que en 2008 el comercio bilateral alcanzó 8,562 millones de dólares, más de 3 veces el comercio en 2000 (2,500 millones de dólares). En 2008, Brasil importó del mundo más de 173 mil md pero sólo compró 3,125 md de México (1.8% de sus importaciones del mundo). Aún cuando los valores de comercio son muy bajos, Brasil es hoy el 7º socio comercial de México en el mundo y el primero en América Latina. México importó más de 300 mil md en 2008 pero importó de Brasil solamente 5,200 md (1.7% de sus importaciones del mundo).
A pesar de que el comercio es aún muy pequeño y que México y Brasil no tienen un TLC, los flujos comerciales han mostrado gran dinamismo desde la entrada en vigor en 2003 de los Acuerdos de Complementación Económica (ACE) 53 y 55 en el marco de ALADI. El ACE 53 otorga reducciones arancelarias a alrededor de 800 productos y ha servido para impulsar el comercio bilateral, que se multiplicó por 4 entre 2002 y 2008 al pasar de 376 md a 1,457 md. Las exportaciones mexicanas pasaron de 100 a 740 md en el mismo periodo, superando el valor de las exportaciones brasileñas a México en 2008 que fueron de 717 md. Gracias al apartado México-Brasil del Acuerdo Automotor México-MERCOSUR (ACE 55) que eliminó aranceles a vehículos y autopartes, el comercio alcanzó 3,730 md, más del doble de 2002 (1,479 md). Las exportaciones mexicanas de los productos negociados bajo el ACE 55 en 6 años se multiplicaron por 12 al pasar de 138 md (2003) a 1,718 md (2008).
Hoy México es el 5º mercado en importancia para Brasil. Más aun, en términos de inversiones, Brasil es el primer destino de inversiones mexicanas en América Latina con alrededor de 17 mil md en tanto que Brasil reporta inversiones en Mexico por alrededor de 2 mil md. Pero el inversionista mexicano no cuenta con un acuerdo que proteja sus inversiones en ese país.
Estos datos duros reflejan, primero, la importancia que cada uno ha adquirido como socio comercial del otro, aun en ausencia de un TLC; segundo, el enorme potencial para impulsar los flujos comerciales bilaterales, y tercero, las oportunidades para incrementar la presencia de exportaciones mexicanas en un mercado, hasta ahora poco explorado. Los datos revelan que las oportunidades están ahí para el exportador mexicano. Entonces ¿por qué la resistencia del sector privado mexicano a una negociación de un TLC con Brasil?
Si la preocupación es el proteccionismo de Brasil un TLC es, sin duda, una buena alternativa. ¿Por qué? Primero porque México sería el único país fuera del MERCOSUR con el que Brasil estaría abriendo su mercado, de manera integral al incluir el comercio de bienes y servicios, las compras del gobierno, inversión, propiedad intelectual y mecanismos vinculantes de solución de controversias. Segundo, porque un TLC permitirá negociar las disciplinas que se requieran para enfrentar obstáculos técnicos, sanitarios, aduaneros, etc. que, en opinión del sector privado, han hecho hasta ahora ese mercado inaccesible. Tercero, porque un TLC le dará al empresariado mexicano los instrumentos legales para defender sus intereses en un mercado que promete tasas elevadas de crecimiento y consumo en los siguientes años.
La oposición del sector privado a negociar con Brasil no es “personal” sino que parece estar vinculada a una posición defensiva, evidente desde el sexenio de Fox. El sector privado considera que México NO debe firmar más acuerdos comerciales porque hasta ahora “no se han aprovechado los ya existentes.” Hay que aclarar que el crecimiento del comercio de México con los países con los que se tiene un TLC ha sido aun más dinámico que el promedio anual del comercio de México con el mundo (7%). Por ejemplo, el comercio con Chile y Colombia ha crecido en promedio anualmente 16%, con Costa Rica 18%, con Uruguay 30%, con Japón 9% y con la UE 22%.
Una posición tan contundente frente a Brasil, pero de manera más amplia, frente a la política comercial que ha seguido México desde los años noventa invitan a reflexionar el por qué esta férrea oposición a una negociación comercial con ese país y cuáles son las opciones. México parece no encontrar la brújula de su política comercial pero tampoco puede darse el lujo de aislarse de la dinámica del comercio mundial.
¿Hacia dónde orientarse? Brasil es un buen ejemplo de un país que ha mantenido una política industrial de largo plazo lo que hoy le ha permitido desarrollar un sector exportador pujante. Para México un TLC con Brasil puede ser el mejor detonador para que su política comercial se vincule definitivamente a una política industrial que de manera deliberada apoye el desarrollo de sectores y empresas mexicanas capaces de aprovechar las oportunidades que ofrecen los mercados de exportación. Esto se podrá lograr con una política que busque incorporar valor agregado nacional vía la innovación y el desarrollo de cadenas de valor y apuntalada con una agresiva política de promoción de exportaciones. México podrá obtener mayores réditos de una política con visión y empuje más que de mantener una actitud defensiva y cautelosa. México tiene en este momento la oportunidad de retomar el timón con visión de futuro y aprovechar la negociación de un TLC con Brasil para desarrollar una política de desarrollo industrial y de apoyo a PYMES vinculada a su política comercial con lo que se podrían realmente aprovechar los TLCs.