Tiempo de lectura aprox: 4 minutos, 18 segundos
Víctor H. Palacio Muñoz
El inicio de la recuperación relativa que ha tenido Estados Unidos se debe al plan anticrisis encabezado por la administración de Obama. Dicho plan ha sido secundado por el G20, consistente en mayor intervención del Estado, recorte de impuestos, subsidios para la compra de bienes de consumo duradero (autos, por ejemplo), inversión en obra pública que ha permitido hacer menos fuerte el incremento del desempleo, reducción de tasas de interés, compra de activos para reanimar los mercados, etcétera. (Bolaños, 2009).
Sin embargo…
La crisis económica evidencia la transformación de la estructura del capitalismo a escala mundial. Los economistas de todas las tendencias coinciden en que una vez que termine este proceso, la economía mundial arribará a una modalidad diferente en su proceso de acumulación de capital. En ese sentido, así como la negociación colectiva de los salarios determinaba la distribución entre éstos y las ganancias, ello cambiará sustancialmente con la precarización del trabajo, el crecimiento exponencial del desempleo y del subempleo y harán más tensas las relaciones entre el capital y el trabajo. Además, la hegemonía del capital financiero ejercida en los últimos años también se ve amenazada ya que esta crisis evidencia “la primera crisis financiera de la era de la titularización masiva” (Eichengreen, 2008).
La superación de la crisis actual, dada su profundidad y su carácter estructural, no será posible con una simple reforma de la arquitectura financiera internacional, ni tampoco con paliativos encabezados por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Lo que se requiere es la reconstrucción de todo el sistema económico, cuestión que implica una refuncionalización del modo capitalista de producción. Dicho de otra manera, si los banqueros, los grandes financieros, las grandes inmobiliarias, los grandes consorcios de pensiones y de fondos de inversión, los teóricos de las finanzas de mercado, etcétera, no aceptan la necesidad de cambios sustanciales en la manera de apropiarse ganancias sustanciosas en el corto plazo, y si no conciben la necesidad de que la forma de hacer funcionar sus actividades sea distinta y con cierta orientación social, las perspectivas de una economía de mercado armónica y sin conflictos sociales se alejarán cada vez más (Guillén, 2009).
Algunas tendencias
Las tendencias para 2010 en el mundo señalan bajo crecimiento o estancamiento del Producto Interno Bruto (PIB), cero empleos, cero créditos, baja en el consumo, nula inversión, reducción del comercio exterior. La pauta para pensar esto se encuentra en el desplome del PIB en los principales países industrializados de un -3.4 por ciento en 2009, más los 60 millones de desempleados que se espera habrá en este año en las 30 economías de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Bolaños, 2009). Es interesante notar que se está dando una recuperación en los mercados financieros, particularmente en las bolsas de valores de varios países (incluido el nuestro) en el mundo. Esto, en el mediano plazo, se revertirá en burbujas especulativas ya que se están obteniendo utilidades rápidas con inversiones orientadas a la especulación y no a la economía productiva.
Uno de los problemas fundamentales que está arrojando esta crisis es el desempleo. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), “la crisis del empleo mundial no ha sido superada” (Estefanía, 2009). Según esta organización, el empleo en los países desarrollados volverá a los niveles anteriores a la crisis en 2013; en tanto que en los países en vías de desarrollo la fecha será 2011. Esto sin contar que para 2015 deben crearse 300 millones de nuevos empleos solamente para responder al ritmo de crecimiento de la fuerza de trabajo en el mundo. El problema del empleo es bastante complejo ya que, según la OIT, de las 60 millones de personas que están en el desempleo como producto de la crisis, éstas podrían caer en el desempleo de larga duración que las lleve a dejar definitivamente el mercado de trabajo (Estefanía, 2009).
Otro fenómeno que coadyuva a la agudización de la crisis económica es la crisis alimentaria. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, en su reunión de noviembre de 2009, la combinación de ambas crisis ha llevado a que existan en el mundo 1 mil millones de personas con hambre crónica. Este organismo calcula que con 44 mil millones de dólares anuales podría erradicarse este problema. Cifra ridícula si se toman en cuenta los cientos de miles de millones de dólares erogados para salvar de la quiebra a los bancos y a los grandes grupos financieros en el mundo (Estefanía, 2009).
Los problemas estructurales fundamentales
Las tendencias más relevantes que pueden esperarse para los próximos años son las siguientes: sobreacumulación de capitales en los bancos que no tienen su contrapartida en la esfera productiva; priorización de las ganancias del capital financiero a costa de la pérdida de poder adquisitivo y bajos salarios de los trabajadores; incremento en el desempleo y subempleo; mayor flexibilización laboral, baja en los créditos, incremento en la explotación de la mano de obra y en la exacción de excedentes; reducción de costos en la producción industrial, encarecimiento de materias primas y de alimentos e incremento de las deudas externa e interna. En suma, tenemos subproducción de materias primas, sobreacumulación financiera, sobreproducción industrial y subconsumo de las masas asalariadas y no asalariadas en el mundo.
Como si no fuera suficiente: ¿y la enseñanza de la economía…Apá?
Desde el punto de vista de lo que se enseña en nuestras escuelas de economía y de ciencias sociales, en donde se forman los futuros tomadores de decisiones de políticas publicas y de política económica, encontramos que los estudiantes no cuentan con el conocimiento necesario para entender, interpretar y realizar adecuadamente el análisis económico que les permita tomar posiciones y determinar políticas a seguir. En una reciente encuesta llevada a cabo por el “Grupo de Investigación, Competitividad y Desarrollo Local en la Economía Global” de España, aparecen datos alarmantes. Se entrevistaron a 634 estudiantes de nivel licenciatura de universidades mexicanas y brasileñas con la finalidad de evaluar las reformas neoliberales del “Consenso de Washington” aplicadas en estos países. Los alumnos encuestados se mostraron a favor de la garantía de los derechos de propiedad industrial, de la privatización de empresas públicas, de la libre flotación del tipo de cambio, de la liberalización del comercio internacional, de la tasa de interés y de la entrada de inversión extranjera, del incremento de la base tributaria, de la existencia de una disciplina fiscal y, en menor medida, de la desregulación y del recorte del gasto público. Esta encuesta reveló una confrontación entre estudiantes imbuidos en el pensamiento ortodoxo y aquellos que lo están en la corriente heterodoxa. Cabe señalar que aquellos que tienen puntos de vista más heterodoxos son minoritarios. Lo que debe destacarse es que los estudiantes no tienen herramientas para entender lo que pasa en la realidad y que la ciencia económica tiende a convertirse en una ciencia elemental inclinada a la simplificación de los fenómenos económicos (Berumen, 2009).
Bibliografía:
1) Berumen, Sergio, “Evaluación de las reformas del Consenso de Washington en Brasil y México”, en Comercio Exterior, vol. 59, núm. 9, septiembre de 2009, México.
2) Bolaños, Alejandro, “El largo adiós a la gran recesión”, El País, 27 de diciembre de 2009.
3) Eichengreen, Barry, “Dix questions a propos de la crise des prests suprime”, en Révue de la Stabilité Financiére, núm. 11, febrero, 2008, Francia.
4) Estefanía, Joaquín, “¿La normalidad?: recuperación sin empleo”, El País, 27 de diciembre de 2009, España.
5) Guillén, Héctor, “La crisis financiera de los préstamos subprime“, Comercio Exterior, vol. 59, núm. 12, diciembre de 2009, México.