Tiempo de lectura aprox: 5 minutos, 20 segundos
Víctor Flores García
La exguerrilla salvadoreña llegó favorita a las elecciones presidenciales de este domingo 15 de marzo en El Salvador, renovada por la figura de un laureado periodista independiente, Mauricio Funes, de 49 años de edad, quien no ha elegido como estratega económico a un marxista ortodoxo sino a un doctorado por la Universidad de Londres y posgraduado en Oxford. Autor de varias obras sobre transformación estructural y reforma económica en Centroamérica, Alex Segovia sabe que su principal misión es “generar confianza y buscar una nueva relación con Estados Unidos”. Es la instrucción que ha recibido del moderado candidato, excorresponsal de Telemundo y de CNN, estrella de un programa de entrevistas en plena guerra civil que le valió el premio Moors Cabot, de la Universidad de Columbia. Experto en el funcionamiento económico de la década de 1990 y sus efectos sobre el crecimiento, la pobreza y la distribución del ingreso, uno de los discípulos predilectos de Víctor Bulmer-Thomas, el gurú de los estudios sobre América Latina en Gran Bretaña y director del Royal Institute of International Affairs, Segovia ha acompañado a Funes a los dos encuentros que ha sostenido con los magnates Carlos Slim y Ricardo Salinas Pliego en México. “La izquierda y los empresarios nos hemos perdido el miedo; Slim y Salinas Pliego nos han prometido que mantendrán sus inversiones en El Salvador si la izquierda llega al poder”, dice, sonriente, Segovia en una entrevista con Fortuna en el cuartel general de los Amigos de Mauricio, un novedoso movimiento ciudadano que desbordó a la exguerrilla. Relata: “Mauricio nunca pidió dinero a los empresarios sino establecer puentes; ofreció que no habrá sorpresas ni nuevas cargas fiscales, que hará un manejo económico responsable, que se cumplan las leyes fiscal, laboral, ambiental”. Hay apoyos que provienen de empresarios regionales e internacionales. Explica: “Ha habido un proceso de tal magnitud, por ejemplo en la banca, que los principales capitales de la economía salvadoreña ahora son internacionales y no los grupos nacionales que rodean a Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y que postulan al exdirector de la policía nacional, Rodrigo Ávila. Ésa es una ventaja para explotar”. Slim le dijo a Funes: “No tengo ningún problema; mi problema no es político, no le tengo miedo a usted ni a su partido; necesitamos que nos dé confianza”. Y en eso están. Roberto Kriete, el poderoso multimillonario salvadoreño, dueño de la más expansiva línea aérea latinoamericana, TACA, es otro ejemplo. “Ha manifestado que comenzamos a vivir en un nuevo país”. Empresarios de Guatemala y Centroamérica también se han hecho a la idea. ¿Y el viejo sueño de las maquilas? “La maquila no es la solución; por el contrario, se han cerrado fábricas”. Fin del sueño exportador, el camino es a la economía de servicios y al consumo interno.
¿Al poder en plena crisis?
La guerra civil terminó hace 17 años y estas elecciones podrían ser las últimas de una prolongada etapa de posguerra: “El Salvador es una economía de servicios desde hace 30 años, como el resto de Centroamérica, que dejaron de ser sociedades agroexportadoras o cafetaleras. Las reformas económicas de la década de 1990 y el flujo migratorio cambiaron el rostro del país”. No hay dudad que la prolongación de un acuerdo migratorio con Estados Unidos vigente es un imperativo para la viabilidad de El Salvador: “El problema social fue resuelto por 20 años de los gobiernos de Arena mediante las remesas que representan casi el 20 por ciento del producto interno bruto nacional. De cada 100 dólares que circulan, 20 son de remesas”. Un cambio estructural del modelo nacional. La crisis global será la dominante de los tiempos de un nuevo gobierno: el derrumbe de los flujos de envíos de dinero de los salvadoreños ya ha sido de 15 por ciento: “Para la economía de este país es una cifra brutal. El Salvador tiene una fuerza laboral externa permanente, sin contar con las transformaciones culturales que representa”. Alex Segovia tiene una sonrisa permanente y una enigmática serenidad de monje. Nadie mejor para resumir las fronteras entre Funes y los líderes duros que aún sobreviven en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), quienes aún quieren debatir sobre modelos de socialismo y no sobre democracia social ni económica. “No quisimos caer en el error de hacer un plan para imponerlo sino convocar a un diálogo nacional para ir tentando y formular una estrategia de desarrollo, con una apuesta al mercado interno, que tenga consenso”, explica su método. Una paradoja: la temible crisis financiera mundial –afirma– ayudará al nuevo gobierno: “Unifica a los sectores productivos nacionales, no divide”, confía.
Las cuatro negativas de la moderación
Segovia ha convencido a Funes de las cuatro negativas que configuran su programa moderado: No dar marcha atrás a la dolarización vigente desde la década de 1990, que abolió la moneda nacional, el colón. No revisar los tratados de libre comercio ni firmar nuevos convenios. No revisar las privatizaciones, “porque sería jugar con fuego y generaría inseguridad jurídica”, pero no privatizar más. Y no aplicar control de precios para no amenazar a los productores. ¿Podría ser más moderado o tibio un programa de la izquierda? El programa de Arena tiene 343 páginas; contiene una sola y gran negativa: no hacer ningún esfuerzo nuevo en la recaudación fiscal. La apuesta, como en el resto del mundo económico actual, es aportar al gasto público. Una idea que las izquierdas celebran. ¿Y de dónde saldrán los fondos? Segovia contempla “un plan de choque” de emergencia contra la evasión y el contrabando y una reforma aduanal. Se calcula que la evasión representa hasta 500 millones al año, casi el monto de 800 millones anuales en obras que Funes tiene en mente, mientras que con el saliente presidente Saca una reforma fiscal no avanzó y en todo su gobierno la carga tributaria se incrementó apenas 2 por ciento. En cambio, Alex ha convencido a Mauricio de que es posible elevar el ingreso fiscal de 11 a 15 por ciento del PIB, a estándares latinoamericanos, escalando un 1 por ciento anual, con un plan de choque de emergencia contra la evasión y el contrabando, una reforma aduanal. La consigna a los hombres del dinero: “O todos en la cama o todos en el suelo”, trato igual a todos los empresarios, poner fin a la economía de privilegios, acabar con el Estado patrimonialista.
Distancia con Venezuela
Otra amenaza pende sobre El Salvador: si no hay inversiones, en dos o tres años comenzarán los apagones. La factura petrolera se disparó en 2008 de 1 mil 300 a 1 mil 800 millones de dólares. No hay consenso en los proyectos energéticos, como el desarrollo del carbón en La Unión, apenas en la termoeléctrica se ha avanzado. Se necesitan 1 mil millones de dólares para invertir en dos presas. Surge la pregunta incómoda: ¿Tomará Mauricio el salvavidas petrolero de Venezuela? La respuesta está tan estudiada que Mauricio Funes la ha repetido. La frase idéntica de Alex Segovia es crucial: “Si firmar el ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas, del venezolano Hugo Chávez) pone en peligro las relaciones con Estados Unidos no la vamos a aprobar, no la vamos a firmar”. Funes lo dice así: “Mi gobierno no va a participar en ninguna de las partes de la confrontación de Venezuela con Estados Unidos. Vamos a privilegiar las relaciones con Estados Unidos, construir confianza y mejorar las relaciones con Washington y la visión que se tiene en Estados Unidos sobre El Salvador”. El modo de aproximarse a Venezuela se parece más al de Costa Rica que al de Nicaragua. San José sigue recibiendo los beneficios del petróleo financiado por Petrocaribe sin ser un peón de la batalla geopolítica de Hugo Chávez con Estados Unidos. De hecho, mientras que los asesores de Funes están encabezados por Joao Santana, el estratega del presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, las filas de la derecha han recibido los consejos de Antonio Solá, el creador del espot “López Obrador es un peligro”, basado en comparaciones con Chávez.
El fin de la posguerra
Segovia hace un recuento de la realidad económica en la posguerra: el expresidente Alfredo Cristiani, que firmó la paz en México, en el Castillo de Chapultepec en 1992, fomentó las exportaciones, Armando Calderón lo convirtió en una plaza financiera mediante la dolarización, luego vinieron Francisco Flores y el actual mandatario Antonio Saca con el plan de convertirlo en una economía de servicios, mediante puertos, aeropuerto, aerolíneas, como la gran bodega de Centroamérica. “Ese plan no ha funcionado. Mauricio plantea que por fin El Salvador tenga una estrategia de desarrollo y no de paliativos”, propone. Las claves políticas son modestas: democratizar al país y lograr la reconciliación nacional. Y en la dimensión social, la oferta se resume en tres planes: Plan de Atención a la Crisis, Fábrica de Empleos y Ciudad Mujer, con un estimado de 4 mil millones en el periodo presidencial de cinco años. “Cada 100 millones de dólares en inversión genera un número concreto de empleos y así obtenemos nuestra oferta de 200 mil empleos. Son más, pero calculamos a la baja.” Arena ofrece 250 mil. Fue la recta final de la campaña. Una última sorpresa. A cuatro días de las elecciones, la Superintendencia de Bancos avaló una violación del secreto bancario. El partido gobernante denunció que una cuenta de Funes recibió más de 2 millones de dólares en enero. La investigación apenas abierta fue destapada por Arena. La respuesta fue rotunda: un grupo económico nacional, el grupo Salume, dueño de una cadena de restaurantes, asumió la responsabilidad del préstamo a Funes. Pareció la última jugada del ajedrez electoral.