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Cada dólar exportado cuesta al país entre 60 y 70 centavos. Lo que México produce sólo beneficia a los países con los que firmó tratados de libre comercio, pues subordinó su política comercial a favor de intereses estadunidenses.
A 14 años de que México pusiera en vigor el primer acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá (el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN), y cuando en el ámbito internacional se advierte del riesgo de hambrunas por el alza inusitada en los precios de los alimentos, los analistas reiteran sus críticas contra lo que denominan “falta de una política industrial” de los gobiernos mexicanos de los últimos años.
Los únicos beneficiarios de estos pactos, dicen, son algunos países firmantes: el país se alejó de América Latina y cerró las posibilidades de mejores empleos y seguridad alimentaria para 103 millones de mexicanos.
Luego de que México ingresara en 1986 al Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés), comenzó la apertura hacia el exterior. Desde entonces y hasta 2005 se han firmado 12 acuerdos de libre comercio con 44 países. Según datos de la Secretaría de Economía (SE), éstos han incrementado cinco veces las exportaciones mexicanas: de 51 mil 900 millones de dólares en 1993 a 272 mil millones 100 mil dólares estimados en 2007.
La dependencia federal señala –con base en datos del Banco de México (Banxico)– que las exportaciones en manufacturas ascendieron del 25 por ciento de la producción, en 1982, al 81 por ciento en 2007. Sin embargo, el valor de las importaciones también aumentó cuatro veces durante este periodo: de representar 65.4 mil millones de dólares en 1993 llegó a ser de 283.2 mil millones de dólares en 2007. El 85 por ciento de esas importaciones, señala la secretaría, corresponden a bienes de capital (12 por ciento) e insumos intermedios (73 por ciento).
Ese intenso flujo comercial ubicó a México como la décimo cuarta economía mundial, el décimo exportador mundial y el primer país exportador en América Latina. En materia de inversión extranjera directa (IED), las cifras también han ido a la alza; si en 1983 el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el propio Banxico clasificaban a México como un país de economía cerrada, con apenas 24 por ciento de su comercio con otros países, tras su ingreso al GATT y hasta 1994, el porcentaje de apertura creció al 33 por ciento y de 1995 a 2002 aumentó al 52 por ciento, hasta llegar al 62 por ciento en 2007.
México también se colocó como el cuarto receptor en el mundo de la IED y el segundo en América Latina, de acuerdo con datos de la Organización Mundial de Comercio, la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo y el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática.
Sin embargo, para el profesor de la Facultad de Economía de la UNAM Antonio Gazol Sánchez, ese escenario significa que si bien los acuerdos comerciales que México suscribió con el exterior parecieran ser muchos por país, cuando se les ve por el tipo y bloques geográficos son menos de los que firmaron, por ejemplo, Estados Unidos o Chile.
Además, puntualiza el experto en economía internacional, no es relevante la cantidad de tratados, pues ahora tenemos que importar mucho para poder exportar. “La política económica se ha ido por la importación temporal para la exportación, que se vinculó ya, para fines estadísticos, con la maquiladora. Y ahora, por una disposición de la SE (de fines de 2006), ya no podemos distinguir lo que es la exportación de maquila de la exportación que no es de maquila. Esa estadística ya no existe”.
Sumisión comercial
Hubo un momento en el que parecería que la política comercial mexicana se basó en la suscripción de muchos tratados de libre comercio, “como si la sola firma de esos tratados fuera suficiente para diversificar el comercio exterior, para mejorar su composición y que éste fuera un verdadero agente de desarrollo”, explica Gazol Sánchez.
La paradoja de esa política radica en que a mayores volúmenes de exportación, el país registra menor crecimiento económico, dice el académico. Agrega que esa situación obedece a que no se logró el objetivo original de diversificar la geografía del comercio exterior, porque el TLCAN se firmó con Estados Unidos: el país con el que México ya realizaba el mayor porcentaje de sus exportaciones.
“Esa concentración continúa al 80 por ciento o más de nuestras exportaciones; aumentó el comercio con los demás países, pero fue en porcentajes que no hacen posible mayor diversificación”, asegura Gazol, autor de Un nuevo tipo proteccionismo o el retorno del permiso previo.
El académico señala que México no puede “desaprovechar el mayor mercado que tenemos ahí al lado con 3 mil kilómetros de frontera; pero sí se deben diversificar riesgos”.
John Saxe Fernández, coordinador del seminario México en el Siglo XXI, impartido en la UNAM, estima que los tratados comerciales que Estados Unidos firmó con los países subdesarrollados sólo “fomentan los intereses empresariales, fundamentales y geoestratégicos de ese país”. Esa lógica se remonta a los tratados que desde el siglo XIX desarrolló la potencia mundial con América Latina y que se concreta en la década de 1990.
Explica que el sector privado es el eje que articula la política exterior estadunidense, y el TLCAN no es la excepción. Ejemplo de ello fue el planteamiento que hizo John Dimitri Negroponte, exembajador estadunidense en México, en el sentido de que ese acuerdo trinacional no era un tema meramente comercial.
Para Saxe Fernández, Negroponte –vinculado al aparato de inteligencia de su país, quien fuera embajador en Honduras cuando se instauró un régimen de terrorismo de Estado– afirmó: “Es un tratado importante para la seguridad nacional de Estados Unidos, porque se transforma en la piedra angular que permitirá que los principios estadunidenses sean incorporados a la política exterior mexicana”.
De la misma forma, cuando el TLCAN se presentó al Senado estadunidense, William Perry –entonces secretario de Defensa– expresó que ésta era, “quizá, la medida geopolítica de mayor importancia del momento”.
Previamente, las ramas fundamentales de la economía mexicana se sometían a los intereses estadunidenses con la apertura unilateral de comercio entre 1982 y 1988. Esto ocurrió a partir de dos préstamos por 500 millones de dólares que el Banco Mundial (BM) otorgó a Miguel de la Madrid para liberalizar el comercio.
“Esos préstamos ajustaron a la economía mexicana y la prepararon para formalizar ese sometimiento en el TLCAN; la liberalización se da en una total falta de reciprocidad de Estados Unidos, sin obedecer a las necesidades del aparato productivo mexicano, pues lo anularon y debilitaron profundamente”, apunta Saxe.
En 1989, durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, la oficina del presidente del BM (a la sazón Barber B. Conable, sucesor de Alden W. Clausen) emitió un documento que manifestaba: “Los resultados de estos préstamos han sido prometedores, las barreras a las importaciones ya se han reducido de manera pronunciada para los principales insumos agrícolas como las maquinarias, los pesticidas y otros productos de alta tecnología”.
Saxe Fernández considera que esos 1 mil millones de dólares se usaron para persuadir a esos cambios en la política comercial y solucionar la sobreproducción de granos estadunidense.
Así, cuando el TLCAN se puso en marcha, el terreno estaba preparado por esos préstamos que incidieron en el ajuste del comercio exterior de México y que se acompañaron por políticas sectoriales en agricultura, ferrocarriles y el sistema bancario.
Sin política industrial
En su análisis sobre la geografía de los acuerdos de libre comercio que México firmó en los últimos años, Antonio Gazol reitera que no se ha aprovechado el que se firmó con la Asociación Europea de Libre Comercio que integran Suiza, Liechtenstein, Islandia y Noruega. “Con Noruega y Suiza pueden lograrse intercambios importantes”, refiere.
Tampoco ha sido beneficioso el acuerdo con la Unión Europea; por eso, hace unos meses se recurrió al Proyecto de Facilitación del Tratado de Libre Comercio entre México y la Unión Europea que podría darle un nuevo impulso.
Gazol pregunta: “¿Qué se ha hecho con el tratado México-Israel? Ahí está, muriéndose de risa; ¿qué se está haciendo para aprovechar el TLC con Bolivia? ¿Qué se ha hecho con el de Uruguay, con Chile y otro muy importante, el de Japón? Nada”.
El analista refiere que el tratado comercial con Japón “es el único que contiene cláusulas en las que se habla de industrias de soporte y que indican la intención japonesa de establecer en México industrias que abastezcan a otro tipo de industrias que a su vez exporten productos”.
El autor del estudio México en la construcción de un nuevo orden económico internacional explica que con esto se trata de establecer cadenas productivas. “Y como la política industrial de la Secretaría de Economía, si es que tiene alguna, está orientada a esos encadenamientos productivos que pide el tratado de Japón, así se acepta”.
No se desmanteló la producción nacional, se rompieron las cadenas productivas del país. Ahora, las exportaciones mexicanas se sustentan en dos pilares: importación temporal para exportación, es decir, se importan partes, componentes e insumos que se ensamblan y adaptan aquí, para luego exportarlos. Con esa lógica, exportar 1 dólar cuesta 60 o 70 centavos de dólar. El otro pilar es la mano de obra barata, por lo que la exportación no se ha reflejado en mayor bienestar para la población.
México se especializó en producir bienes de menor tecnología y menor valor agregado, en contraste con Corea que sí es una economía con salarios altos que ofrece tecnología. Aunque ahora se anuncian inversiones importantes, ¿qué se va a producir? ¿Van a ensamblar nada más? –pregunta Antonio Gazol–. El retroceso es porque no hay una política industrial; así, difícilmente este país progresará. La economía no está funcionando, porque falta una política industrial.
Acuerdos comerciales de México
Negociaciones para el ingreso de México al GATT
Acuerdos entre México y Chile en el marco de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi)
Negociaciones con el Foro de Cooperación Económica Asia- Pacífico
Entra en vigor el Acuerdo de Libre Comercio para América del Norte. Ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
Entra en vigor la membresía de México en la Organización Mundial de Comercio. Tratado de Libre comercio con Bolivia, Costa Rica y el G3 con Venezuela y Colombia
Acuerdo con Panamá, Ecuador, Cuba y Uruguay en el marco de la Aladi. Tratado de libre comercio con Nicaragua
Acuerdo con Argentina en el marco de la Aladi. Tratado de libre comercio con Chile
Acuerdo con Paraguay y Perú en el marco de la Aladi. Tratado de libre comercio con Israel. Tratado de libre comercio con la Unión Europea
Tratado de libre comercio con la Asociación Europea de Libre Comercio –AELC, integrada por Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza–. Tratado de libre comercio con el llamado Triángulo del Norte (Guatemala, Honduras y Nicaragua)
Acuerdo comercial con Brasil en el marco de la Aladi. Acuerdo marco con el Mercosur (al que pertenecen: Argentina, Brasil Paraguay y Venezuela y Bolivia; Chile, Colombia, Ecuador y Perú son estados asociados) al que siguió el acuerdo automotor
Tratado de Libre Comercio con Uruguay
Tratado de Libre Comercio con Japón
Corea, negociación ilegal
El 10 de marzo de 2005 se turnó a la Cámara de Diputados la iniciativa que adiciona una fracción VII al artículo 3 de la Ley sobre la Aprobación de Tratados Internacionales en Materia Económica, propuesta por la diputada Alejandra Méndez Salorio, del partido Verde Ecologista. Ésta buscaba que la integración de México a la economía mundial fuera regida por parámetros distintos a los que hasta entonces se habían negociado.
México “no logrará crecer de forma estable y acelerada y menos crear suficientes y buenos empleos si no se diseña una estrategia” que tenga, al menos, los siguientes elementos: “Integrar las cadenas productivas nacionales para que los sectores que crezcan, exportadores o no, jalen tras de sí al resto de las unidades productivas, especialmente a la pequeña y mediana empresa”, y generalicen el crecimiento y la multiplicación de los empleos, amplíen y consoliden el mercado interno, mejoren los niveles de ingreso de la mayoría de la población y abatan la pobreza, señalaba la iniciativa.
La entonces diputada explicó que la referida fracción VII tendría el siguiente texto: “Contribuir al fortalecimiento del mercado interno, así como al crecimiento y desarrollo económico”. Además de esa iniciativa, la LIX Legislatura aprobó una obligación al Ejecutivo, para que ante la intención de negociar un tratado de carácter económico con el exterior, consulte al Congreso para que le oriente “y le dijera sí o no y en qué términos debe negociarse”, señala el académico Gazol Sánchez.
El investigador advierte que, sin embargo, eso no ha ocurrido en la actual negociación que se realiza con el gobierno de Corea. “El Ejecutivo no la ha respetado. Y en este caso de Corea está violando la ley, porque sabemos que están negociando, eso lo sabemos todos e incluso así figura en la página de la Secretaría de Economía”. (NE)