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En el mundo, 25 millones de personas trabajan en el campo cafetalero. En México, medio millón de pequeños productores de café desarrollan un mercado de más de 2 millones de personas; sin embargo, viven en la pobreza, la mayoría de las veces extrema
Los pequeños productores de café obtienen sólo el 0.06 por ciento (6 centavos) de lo que se vende una taza de café en México, aproximadamente en 10 pesos.
Los cafetaleros sostienen que el precio del café arábiga lo establece la bolsa de valores de Nueva York y el café robusta la bolsa de Londres, en donde el producto entra en el juego del libre mercado a través de estos indicadores de precios, aunque los corredores de bolsa son empleados de negociantes internacionales que actúan como intermediarios entre exportadores e importadores, y compran y venden a comisión sin tener jamás títulos de propiedad del café que comercian.
De acuerdo con la Coalición de Fuerzas Productivas para el establecimiento de una Red de Comunidades Autogestivas; la Unión Nacional de Productores de Café de la Confederación Nacional Campesina; la Sociedad de Solidaridad Social Indígenas de la Sierra Madre de Motozintla (Ismam) y la Red de Consumidores de Café, las grandes empresas multinacionales como Nestlé y Philip Morris (propietaria de Kraft General Foods) bursatilizan el producto a través de sus propios corredores de bolsa, y su gran poder de compra y venta les permite especular e influir en los mercados.
Las organizaciones de productores mexicanos también están de acuerdo en que esta situación afecta a los pequeños productores, quienes en los pasados siete años han tenido caídas económicas de un 30 por ciento, debido al atraso en la entrega de los apoyos, falta de rentabilidad para el productor y bajas cotizaciones. Hasta finales de la década de 1980, la producción de café ocupó, junto con el petróleo y la actividad turística, los primeros lugares en el ingreso de divisas.
Durante 2007, la producción total de café en México fue de 4.5 millones de sacos de 60 kilogramos de café verde, de los cuales 2.9 millones se exportaron y generaron ingresos por 329.2 millones de dólares.
Con sabor amargo
Para Fausto Cantú Peña, quien fuera director del Instituto Mexicano del Café durante el gobierno de Luis Echeverría y parte del sexenio de José López Portillo, la crisis estructural del café es “una amarga verdad”, obra de los gobiernos federales en turno al proteger a las grandes corporaciones trasnacionales, las cuales dominan el mercado nacional e internacional, que constituyen la demanda y dan como resultado la miseria de miles de productores y trabajadores, quienes no son remunerados en sus costos de producción ni en salarios.
Además, los consumidores –que disfrutan la bebida– en nada se benefician de los bajos precios pagados a los campesinos y agricultores.
El globalitarismo, el supuesto “libre comercio” y la biotecnología transgénica irán sometiendo todavía más al pequeño productor, si éste no se organiza para competir en gran escala, con criterios sustentables en la montaña del trópico húmedo, advierte.
El también representante de Caféquidad por la Paz Empresa Social Multinacional Global dice que la situación de la cafeticultura mexicana es muy compleja: minifundismo y monocultivo; material vegetativo a veces deficiente; información y estadísticas incongruentes; descapitalización; financiamiento insuficiente e inoportuno; desaparición de organismos difusores de las técnicas de producción, y desaparición gradual de la cafeticultura.
Resalta que a esto se suman las políticas contradictorias en comercialización; “limitaciones culturales” y educativas de los productores; líderes discutibles; organizaciones productivas ineficientes; bajos rendimientos por hectárea y calidades defectuosas; oferta desorganizada y demanda organizada; ausencia de leyes adecuadas para protección, y falta de apoyo de este sector.
Los pequeños productores
Para el investigador de sociedades rurales y desarrollo sustentable Francisco Aguirre Saharrea, la mayor parte de los pequeños productores de café no están organizados, viven en zonas aisladas, no disponen de infraestructura para vender directamente su producción en los mercados locales y desconocen los mecanismos de fijación de precios del café. Este hecho provoca que dependan completamente de intermediarios locales.
Explica que los intermediarios, en México reciben el nombre de coyotes; en Perú, pirañas, y en Indonesia, tiburones. Pero desde la década de 1980, los pequeños productores de café se organizan con esfuerzo propio y han logrado impulsar propuestas como las del Comercio Justo, que están en proceso de construcción de estructuras organizativas, productivas y comerciales capaces de influir positivamente en las condiciones de vida de sus comunidades y hacerse un espacio en las redes internacionales de distribución de café.
Apunta que actualmente hay más de 700 mil caficultores de 22 países de África, Asia y América Latina agrupados en organizaciones que comercializan parte de su producción bajo los criterios de Comercio Justo. Parte de estos pequeños productores también trabajan en red organizados en asociaciones de Comercio Justo.
Aguirre Saharrea explica que, detrás del petróleo, el café es la materia prima que mueve más volumen de negocio en cualquier parte del mundo. Prácticamente la totalidad de los beneficios que genera este negocio van a parar a empresas multinacionales. Sólo cinco de ellas (Kraft, Suchard, Nestlé, Procter&Gamble, Sara Lee y Tchibo) compran casi la mitad de los granos de café que se consumen en el mundo y generan beneficios de billones de dólares que establecen las bolsas de valores.
Las ganancias de este negocio –agrega– se reparten de manera injusta y desigual. Las grandes corporaciones pagan a los agricultores unos precios que, muy a menudo, están por debajo del coste de producción. Son unas cantidades tan escasas que no cubren las necesidades básicas de los pequeños propietarios, los jornaleros y sus familias.
Explica que los corredores de bolsa tienen acceso a una red ultramoderna de información. Por ejemplo, si un estudio de satélite permite prever un problema climatológico en un país como Brasil (primer productor mundial de café), su precio en los mercados mundiales aumentará. Si, por el contrario, la cosecha se anuncia excelente, los precios mundiales bajarán. Los rumores y otros factores sicológicos ejercen gran influencia en la determinación de los precios del mercado.
Francisco Aguirre recuerda cómo en 1992, el 70 por ciento del mercado mundial del café era controlado por cuatro trasnacionales: Philip Morris, Nestlé, Procter & Gamble y Sara Lee, y a medida que la globalización avanza, esta concentración del mercado se incrementa. Siendo para algunas de ellas el volumen anual de sus ventas mayor que el producto nacional bruto de muchos de los países productores de café.
Además de las empresas multinacionales, explica que también participan en el control mundial del mercado del café los consorcios Maxwell House, Sanka, Kraft, Nabisco, Kool-Aid, Tang, Jell-O, Velveeta, Oscar Mayer, chocolates Côte d’Or, Milka, Suchard, Toblerone, Marlboro, Benson & Hedges, Players, Miller, Löwenbräu, High Life, Folgers, Nescafé, Taster’s Choice, Dolca, Ristreto, Diplomat, Moka, Mezcla de Origen y 40 marcas más.
Frente a los grandes oligopolios extranjeros –asevera el investigador– los pequeños productores organizados han logrado que exista en el mercado ocho organizaciones certificadas bajo el Sello Mexicano, que ofrecen 10 marcas de café: Fértil, Tosepan, Uciri, Café Dirceto, Café Museo, Cesmach, Majomut, Toyol Witz, Café Mam y Educe.
Promoción del comercio justo
Gabriela Ejea, profesora universitaria e integrante de la Red de Consumidores de Café, considera que la crisis mundial del precio afectó principalmente a los pequeños productores, y al dejar de cosechar su café muchos cafetales se perdieron y se afectaron las condiciones de vida de las comunidades campesinas y el medio ambiente. Si los productores de café abandonan sus parcelas para buscar otra fuente de ingresos desaparece el colectivo, desaparece la comunidad y se daña el tejido social.
A nivel internacional, México ocupa el quinto lugar como productor de café, con alrededor de 750 mil hectáreas de cultivo, después de Brasil, Colombia, Indonesia y Vietnam. Pero ocupa el primer lugar certificado en producción de café orgánico, labor realizada por pequeños productores.
En México, alrededor de 383 mil pequeños productores de café, unos 50 mil pequeños apicultores y más de tres millones de pequeños productores de granos básicos. Los productores directos de café se encuentran en 56 regiones de 12 estados del país, 200 mil tienen lotes menores a dos hectáreas. Más del 60 por ciento de las 4 mil 500 comunidades productoras de café son indígenas.
La socióloga rural resalta que 349 de los cerca de 411 municipios donde se produce café en el país son de alta o muy alta marginalidad. Por una taza de café que se consume por 10 pesos en un restaurante de la ciudad de México, un productor recibe 6 centavos.
En México existen más de 12 mil productores de café orgánico (certificados y tradicionales) del sector social. Cultivan 15 mil hectáreas y producen más de 200 mil sacos de 60 kilos. Más de 260 mil pequeños cafeticultores cultivan en zonas localizadas entre los 600 y los 1 mil 500 metros de altura, en terrenos montañosos, susceptibles a la erosión.