Educar en la libertad….educar para ser felices

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Por Larissa Guerrero*

 La libertad significa compromiso a la vez que responsabilidad, lo he reiterado una y otra vez, pienso que esta afirmación nunca la debemos perder de vista. Constantemente confundimos la libertad con el capricho, la libertad con el libertinaje, y en ocasiones, la libertad con la permisividad. En el sentido en pensamos, que ser libres es que los demás nos dejen hacer lo que queramos o se nos dé en gana. ¿Qué sucede cuando, lo que deseamos es educar en la libertad?, ¿debemos dejar que los hijos hagan lo que quieran?, ¿ser permisivos? Esto viene a colación porque al parecer, la permisividad es lo contrario al autoritarismo, y se sabe que el autoritarismo es una limitante de la libertad.

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El autoritarismo es el abuso, valga la redundancia, de la autoridad, por parte de la persona que sustenta el poder imponiendo la voluntad particular, sin tomar en cuenta a nadie más, sin ningún tipo de participación, consenso, incluso libertad de expresión. El autoritarismo reprime y oprime la libertad y la autonomía, y en sus casos extremos se convierte en totalitarismo; el cual se define como homogeneizar a los miembros de una comunidad en todos los ámbitos de la vida privada y pública, sin permitir la diferencia o la oposición a las acciones, ideas, creencias, etc. Ante cualquier totalitarismo es posible notar, sin hacer muchas conjeturas, que la libertad queda anulada; al menos la libertad de acción.

Por su parte el permisivismo, aunque supone permitir a los demás que hagan su voluntad, está lejos de ser una educación en la libertad, puesto que la atrofia porque deja todo en manos de la espontaneidad y el antojo. Permitirlo todo sin establecer ningún tipo de límite, difícilmente podrá dar como resultado que el compromiso y la responsabilidad emerjan, ya que en el fondo es propiciar un voluntarismo (al menos psicológico), el cual podemos decir que es poner toda la acción en manos de la sola voluntad sin el entendimiento, apelando como fundamento únicamente a la percepción y la interpretación subjetiva. Esto último, a mi parecer es muy peligroso, porque dejar toda nuestra conducta en manos de la pura subjetividad difícilmente nos hará responsables ante las cuestiones objetivas. Ser libre y ser autónomo implica salir de la propia subjetividad y mirar al mundo objetivamente, especialmente en lo que se refiere a las necesidades y derechos de los demás.

¿Qué es entonces educar en la libertad?, hasta ahora queda claro que no es educar ni con autoritarismo ni permisivamente. Educar en la libertad es educar la vida interior, educar el dominio del sí mismo, poner las bases para alcanzar el señorío de sí. La libertad no es espontaneidad ni tampoco es instinto; que seamos libres por naturaleza, no significa que ya tengamos adquiridos los hábitos para el ejercicio de la libertad. Ser libres es simple, basta nacer y poseer una naturaleza humana pero, ejercer la libertad es un asunto complicado, que se aprende, es decir, se nos educa. Va más allá de la autonomía, pues lo que se busca es formar para la madurez. Ello implica no solo atender a las cuestiones individuales como el bien particular, sino atender además, la responsabilidad ante los demás, el bien común, la paz, la caridad, la compasión, la solidaridad.

Cuando se habla de educar en la libertad, estamos formando el carácter, formando en valores sin indoctrinamientos, se deja espacio para la reflexión, el debate, el pensamiento crítico, la participación, el consenso. Se da espacio para dejar decidir, para encontrar opciones, modos diferentes de realizar las acciones. Lo que se quiere lograr es que los hijos sean capaces no solo de decidir por sí mismos, sino de pensar en las posibles consecuencias, y ante ellas hacerse responsables. También supone dejar el espacio para errar, obviamente en lo pequeño y con el tiempo cada vez serán más grandes las decisiones. Lo que en el fondo debemos buscar, es que los hijos sean capaces de forjarse un proyecto de vida. A veces, tenemos intereses personales, sueños frustrados, o creencias que pasamos de generación en generación. Posiblemente con el deseo de que los hijos sean exitosos económicamente, logren fama y reputación, un bien estar elevado, buenos sueldos, una gran casa, etc., podemos llegar a ser autoritarios y no dejarles que piensen y decidan por ellos mismos qué es lo que realmente les hace felices. Considero que la felicidad no tiene nada que ver con lo anterior ni la fama ni el éxito económico ni la acumulación de bienes o reconocimientos.

La felicidad es algo muy personal, que está lejos de ser una emoción o un sentimiento. La felicidad es un camino, una actitud, y fundamentalmente una decisión. Es la afirmación voluntaria de ser felices a pesar de las circunstancias y los senderos de la vida. La felicidad implica ver el bien y la belleza en las cosas a pesar de las dificultades, es hasta cierto punto, un entendimiento de la bondad que radica en todo más allá de mis gustos, prejuicios, creencias, razones, etc. Es posible ser feliz en medio del abatimiento o el dolor, es posible ser feliz en la tormenta dirían, porque podemos ver más allá de lo espacio temporal, porque decidimos ser optimistas, porque decidimos tirar la carga… Y por ello es tan importante educar en la libertad, porque debemos preparar a los hijos a tomar decisiones que los lleven a esa vida buena y feliz, pero ante todo porque hay que motivarlos y formarlos para que opten por ese camino de vida, esa actitud que es la felicidad. No podemos imponer nuestros entendimientos de la vida, o lo que para nosotros es ser feliz, porque hay tantas felicidades como personas, cada uno vive, representa y asume la felicidad a su manera, en medio de sus capacidades y circunstancias, con los dones propios y las limitaciones personales. El autoritarismo no hace personas autónomas y mucho menos felices, como tampoco el permisivismo. Lo que sí es claro es que la comunicación, el diálogo, los testimonios de vida, y ante todo el respeto a la libertad del otro y el amor son lo que en definitiva marcan la diferencia en la educación, educar es respetar y amar, no imponer ni dejar a la deriva.

Como siempre lo digo, al educar en la libertad damos un gran poder al educando, y tal como el hombre araña lo expresó sabiamente hay que decirles que: “grandes poderes traen grandes responsabilidades”, y como yo lo reformulo, al educar: “grandes libertades traen grandes compromisos”, y el principal, creo yo, es nunca dejar de optar por la propia felicidad y contribuir en la felicidad de los demás.

* Directora de investigación y proyectos en el Buró de Ingeniería Humana y Desarrollo y Responsabilidad Social.

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